viernes, 18 de enero de 2013

No son estas violetas


No lo comprendo, pero pasa. Miro alguna de las canciones de Valorio 42 veces y de repente se me abre, voy recorriéndola con la mirada y escucho el giro musical que da sentido a los versos, por irregulares que hasta entonces me parecieran (y, por fortuna, la versificación de estas canciones es casi siempre irregular: huye del sonsonete octosílabo como de la muerte). Incluso en los escollos, que los hay, se trata de detenerse a escuchar mejor, más que de decidir nada.

Otra cosa es la interpretación, ante la grabadora. Ahí pocas veces me he sentido tan torpe, tan retén de una tropa que ha partido y me dejado a cargo de las telecomunicaciones, para que me las componga en lo que llegan los refuerzos. El subconsciente, aliado hasta entonces, se complace en trabucarme las palabras, esconderme las notas, complicarme las vueltas. Tocar tiene un pase: hasta cierto punto, lo hace otro mientras yo observo, como quien se ve andar —pero cantar me cuesta un mundo, y es difícil que mis enemigos tengan peor opinión sobre este punto que yo; pero es lo que tengo, como quien camina con el pie torcido porque no tiene otro y precisa hacerlo. Hay prisa.

La canción es la antepenúltima del libro, la XL (muy propia para mis circunstancias). El poeta se dirige a la vez, si eso es posible, a la amada de hace 40 años y a la extraña que el tiempo ha hecho a partir de aquella. Imposible decirlo mejor:


No son estas violetas
que por ti le robo a la orilla
del arroyo perdido,
no son las mismas
que aquéllas que el año pasado
corté o que el año primero traía.
Y sin embargo, míralas:
son también las mismas.

No, ni es ésta aquel agua
que una vez los pies te lamía,
tú conmigo descalza:
no, no es la misma.
Pero ¿oyes que vuelve y murmura
y dice de nuevo palabras antiguas?,
que no sé cómo, que es verdad
que es también la misma.

No, tampoco tú eres
la que ahí los labios abría
y cerraba los ojos:
no eres la misma.
Se habrá o quemado o podrido
el banco de allí que tu nombre sabía,
y tú te has vuelto otra, tú
mil y mil distintas:

hijas, nietas, biznietas
y otras más de ti que se crían
tu sonrisa repiten:
no son la misma.
¿O sí? ¿O si tú fueras muchas?
¡Si tantas que copian tus cejas altivas,
tu boca humilde, tus andares,
son también la misma!:

tú. Ah tú, si quisieras
no ser una y sola, mi vida,
si tú no te empeñaras
en ser tú misma,
serías las mil y las tantas
y toda la sarta sin fin de las niñas
que nacen al amor. Y ya
nadie moriría.


1982

8 comentarios:

Gharghi dijo...

Vas poco a poco componiendo, lo que podría ser un album/concierto, lo que sea, conceptual de Ciento Volando. De todas estas últimas, en esta es en la que mas falta hace un contraste entre el tono de la guitarra y la voz. Y es la que mas distinta me suena a vosotros, quizás... Silvio o Aute. Pero no quita que me guste bastante lo que oigo. Arreglarlas bien y a lo mejor conseguís unos pocos fans mas. Que la música de cantautor es minoritaria en este país.

Al59 dijo...

Esta es cantautorística a tope, sí. Yo oigo esta vez, más que a Silvio (que sí está muy presente en las otras), a Bergia (pero también, en la nota del comienzo, a Dani).

Al59 dijo...

Me recuerdan y les recuerdo que don Luis Ramos también musicó el poema, con un ritmillo funky: helo.

Gharghi dijo...

Bergia, Silvio, de tanto ha que no los oigo y tan entremezclados en el recuerdo que los confundo.

Gharghi dijo...

Me gusta mas tu versión que la de Ramos.

Al59 dijo...

Hombre, Silvio es (generalmente) más dramático y Bergia (y su maestro, Rodrigo) más lúdrico-festivos.

Al59 dijo...

Yo he quedado muy contento de esta: fluye con naturalidad, que en estos casos es el quid del asunto.

Gharghi dijo...

Fluye cual río en su curso medio, pausada y sin prisa, pero sin pausa.