sábado, 5 de enero de 2013

La sombra de la víbora



He pasado estos días un rato estupendo con los amigos de la tertulia política del Ateneo,  que fundara el maestro García Calvo, y que, a pesar de la pérdida de este, sigue gozando de  salud envidiable. Estuvimos repasando algunas de las canciones incluidas en mi libro favorito de Agustín, Valorio 42 veces, del que ya hemos hablado alguna vez aquí. Esta es una de ellas, la XXXI. Así suena en la versión instrumental de la Orquesta Encantada (las dos primeras rondas de la flauta se corresponden con la voz; las dos siguientes, con un solo instrumental).




La sombra de la víbora 
no tiene veneno. 
Entre las vïoletas 
se enrosca el Tiempo. 
Y ya, compañerita de mis edades, 
te lo agradezco 
todas las armas 
que no empleaste. 

Los besos de la guerra 
desgarran mi aire. 
Se enzarza Eva pequeña 
con mil Adanes. 
Y yo, compañerita, tan cerca y lejos, 
como tú sabes, 
lo que no hiciste 
te lo agradezco. 

Tu amor en esta selva 
se va desprendiendo 
de amor, y queda un blanco 
de fruto tierno. 
Y aquí, compañerita, por las aljabas 
del mal no hecho 
mi cuerpo herido 
te da las gracias. 

Sangrando la paloma, 
la sierpe helada. 
¡La vida tras tus ojos, 
tu furia mansa! 
Y tú, compañerita de mis escuelas, 
por tanta nada 
tan pïadosa 
bendita seas.

1973

Y así viene a sonar cantada, con algún error que otro:


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