viernes, 3 de febrero de 2012

El Señor de los Motivos


Con lo sedentario que es uno, casi todas las ocurrencias más o menos interesantes me llegan paseando, yendo de aquí para allá y pensando en cosas urgentes y cotidianas. A mi cerebro le encanta interrumpirme entonces:

—Oye, ¿y tú has pensando alguna vez que El Señor de los Anillos es en realidad la combinación de dos motivos folklóricos bien conocidos?
—Con lo que odiaba Tolkien que se dijeran esas cosas. Pero en fin, dime.
—Pues sí: de un lado, el motivo del tesoro maldito, envenenado, que trae la desdicha a quienes lo consiguen.
—Vaya novedad. Como si Tolkien no hubiera avisado que el Anillo de los Nibelungos y el suyo se parecían solo en una cosa: los dos eran redondos. (A regañadientes.) Aunque en Las aventuras de Tom Bombadil también hay un poema sobre el tema.
—Ya. Y el otro, el del alma externada, que el ogro guarda en un huevo o algún otro objeto externo, tornándose así aparentemente invulnerable.
—Mira, ahí si podrías tener algo.
—Y tanto. Piénsalo.
—No prometo nada. En otro rato, quizá. ¿Un cruasán?
—Sea.

1 comentario:

javi dijo...

Al, Nietzsche dejo escrito algo así como que los únicos pensamientos dignos del tal nombre le venían caminando, y, como en tantas cosas, creo que tenía razón.

Me siguen gustando especialmente tus aforismos tuiteros. Gracias por compartirlos con los que no nos asomamos a esos barrios.

Un saludo.