sábado, 31 de diciembre de 2011

¡Eya oh!


He temido estos días nuevas muertes, nuevas pérdidas. Parece que el destino ha comprendido que tengo el depósito lleno: gracias. No se me ocurre mejor homenaje para los resistentes que estos versos de Valorio 42 veces, del maestro Agustín, que ojalá siga con nosotros mucho tiempo —tanto que, como los besos de Catulo, nadie acierte a contarlo.

¡Eya oh!
Para danzar en las eras, hermana,
no esperes a la fiesta,
¡eya!
ni las lágrimas que para mí guardes
las guardes hasta que me muera.
¡Ópopoy ea!

Nada quieren decir los amores,
música sin letra.
Pero ay del amor de recluta
que del cuartel merdoso solicita
permisos y licencia.
Pero ay del amor que en la fábrica
día tras día
se va ganando
y para el Sábado se reserva.
Lo que tiene su fecha roja
en la hoja del calendario
tiene su precio en el mercado, tiene
en la banca su cuenta.

¡Eya! Oh!
Para danzar en las eras, hermana,
no esperes a la fiesta,
¡eya!
ni las lágrimas que para mí guardes
las guardes hasta que me muera.
¡Ópopoy ea!

Que no puede en el mundo haber blanca
mientras haya negra.
Mírala la riqueza, amasada
con sangre de los pobres, ella misma
preñada de pobreza.
Mírala la moneda de oro, que
lleva en su centro
el agujero
que taladró la miseria en ella.
Que la noche de día duerme
y en la noche vigila el día,
y lo que sueñen los obreros sólo
es trabajo a la inversa.

¡Eya oh!
Para danzar en las eras, hermana,
no esperes a la fiesta,
¡eya!
ni las lágrimas que para mí guardes
las guardes hasta que me muera.
¡Ópopoy ea!

Y si el tiempo es el rey de la vida,
muera el rey y muera.
Oh que sí, que si sale a destiempo
la primavera por el túnel, puede
que sea primavera.
Oh que sí, que si llueven tus lágrimas
cuando tus ojos
estén más verdes,
las beberé como agüita buena.
Que los días se comen unos
a los otros, y a fin de cuentas
los otros son los unos. Y por eso,
vida mía, mi prenda,

¡eya!
para danzar en la era florida
no esperes a la fiesta
ni las lágrimas que para mí guardes
las guardes hasta que me muera.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Carta helada


Carta blanca, sí, a algunas ocurrencias más, de las que le viven a uno de noche. Como siempre, tiro de Twitter, aunque algunas mutan, creo que para bien, al quitarles la camisa de fuerza de los nosecuantos caracteres.

I

Los fines no son lo mío. Ni lo nuestro, creo. Lo humano es andar por ahí en medio, y tirar por la calle del ídem. No persigo fines / porque son ruines, cantaba el maestro Antonio.

II

Hagas lo que hagas, no exhibas las llagas.

III

El argumento de los etarras es el de todos los maltratadores: la maté, pero fue por amor (a la patria). La maté porque era mía pero te votaba a ti. La muy guarra.

IV

Reloj, no marques las horas —no vayan a cogerte el teléfono y la tenemos.

V

...y de todo tendrás que desprenderte. —Comprendo. Como el globo que suelta lastre. —No, no comprendes. Como la hoja que cae del árbol.

VI

No conozco a nadie a quien le guste tanto soñar, y tan poco ir a dormirse.

VII

La tilde que cae sobre las esdrújulas no las ensalza: las fulmina.

VIII

Mi aliteración favorita: la de las haches. Haberlas, haylas.

IX

Poesía: un incordio muy bien hecho. La piedra perfecta en el zapato. Llámalo perla.

X

Decirle al reloj que trae las tantas lo que al tipo que lanza un farol: Las veo.

XI

Lo que es mentira paga el precio de serlo con tal de ser. Establecido el sujeto, el tema, lo demás es predicado. Aderezo.

XII

—Te lo comes y punto. —Punto y coma. / El niño conceptista, todo retruécanos y repámpanos.

XIII

La mancha de la mora la almendra la desea.

XIV

Como la generación de las hojas, así la de los nombres. La savia no tiene ninguno.

XV

La tele es ya cosa de niños y viejos. La España adulta ha dejado de ser catódica.

XVI

La vida es un concurso sin notario.

XVII

Carlo Frabetti: El hábito no hace al monje —pero oculta sus erecciones.

XVIII

La sabiduría del demonólogo siempre es sospechosa. Aunque se siente en la mesa con los demás monjes, los dedos le cantan a azufre.

XIX

¿Cuándo serás digna de tu millón de trotskistas?, preguntaba Allen Ginsgberg a América. ¿Cuándo merecerá España su millón de indignados?

XX

La CEOE, crecida en nuestra adversidad como un forúnculo en la falta de asepsia.

XXI

Digas lo que digas, recoge las migas. A menudo, por no decir siempre, los lapsus (las migas de lo dicho) son la parte más interesante del discurso. También se habla entre líneas.

XXII

El miedo a la psicodelia es miedo a que la psique se manifieste (délomai): miedo a saber qué hay en ti que no es obvio pero está y actúa.

XXIII

Una niña del cole: Santa Claus, santa Claus, / dulce desgraciao, / nos traes los juguetes / del año pasao.

XXIV

El primer unfollow: Cancel my subscription to the Resurrection (Jim Morrison, When The Music's Over).


martes, 20 de diciembre de 2011

Vals de los baños


El pan de hoy, la salsa de tan lejos
como pueda llegar el pensamiento.

Alimento estos días con una mixtura musical bastante extraña: rock progresivo japonés, las Gymnopedies y Gnossiennes de Satie ajazzadas por Jacques Louissier y algún villancico heterodoxo de Javier Bergia. De entre todo eso brota de repente, a la hora del baño, esta especie de danza arcaica en modo menor (eolio, quizá), interpretada por el solista de shakuhachi (una flauta japonesa) de la Orquestina Virtual.

sábado, 17 de diciembre de 2011

En el cielo de la roca


Cosecha de hoy: un pequeño vals en modo lidio (que, tras cierta peripecia, se resuelve en el modo mayor convencional).


martes, 13 de diciembre de 2011

Otoño recién afeitado


Como se acerca el invierno, hago acopio de provisiones: aquí van las ocurrencias tuiteras de las últimas semanas.


¿Agonizando? Si cree Vd. que su muerte es prematura, pulse 1 y desespere; si desea elegir entre nuestro menú de famous last words, pulse 2.

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En un examen. Alumno con dudas: Yo es que no soy mucho de leer enunciados.

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Salomón ahumado (sic) en el número 10 de Ophelia: teatro y poesía.

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Dice mi niño que le gustan los brillancicos. Linda sinestesia.

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Lírica arañuela: El primer novio que tuve / lo puse en un plato fino / y se lo comió mi gato / pensando que era tocino.

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Estética elemental: lo que de verdad es bello se parece más, por intenso, a lo doloroso que a lo sencillamente agradable.

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(Sobre un pie de Alejandro Jodorowsky)
Monumento Pánico: un libro impreso en hojas de afeitar.

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Estética (II). La técnica simbolista: escribir entre líneas. Ese intertexto, nunca cerrado, es la verdadera obra de arte.

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El lema de Jung, Vocatus atque non vocatus deus aderit, es cierto en la medida que es circular: Dios llamaba el maestro a lo que se presenta sin aviso y te trastoca. Pero eso, sin duda lo esencial, es anterior y externo al nombre que eligas pegarle.

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Trayectoria ejemplar: un papel que lleva el viento.

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Jodorowsky: Si subes a lo más alto de los sueños, encuentras al que te está soñando.

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Si tu ojo te ofende, sus motivos tendrá. Investiga.

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En el reino de los ciegos, solo el tuerto es picajoso.

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Leyendo el Quijote: señores que vomitan sobre señores que, al verse vomitados, vomitan a su vez sobre el vomitador. Políptoton con tropezones.

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El Quijote: vómitos, mierdas y perros manteados por Carnestolendas. Y de El Buscón ni hablamos. Todo nuestro Barroco es un mar de gapos.

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Creeremos en el Señor de los Ejércitos cuando consiga controlarlos. De momento, andan todos desmandados y a la greña.

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Ya lo decía Tzara: pase lo que pase, no nos pongamos históricos.

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Pensando en el frío que pasaron los románticos. Por estas fechas señaladas, me gustaría regalarles algo. Aire asado. Aliento de dragón.

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En Spotify: cancionacas para partir corazones de piedra; canciones artúricas; cuentos de hadas; miniaturas (canciones por debajo de un minuto y medio).

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Mi niño, al oído: —¿Sabes dónde está el infinito, papá? En el espacio exterior. Es el planeta más lejano que hay. Y tiene color. (Duda un momento.) Yo creo que es de color blanco.

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Hay algo satisfactorio en solfear mientras llueve. Es como bendecir lo que se acerca.

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Mi cuento ultrabreve favorito, de Ric-per-mar: Temíamos al dragón, sobre todo, por sus lágrimas.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Charcos de otoño


Vuelvo sobre los valses fríos, aunque esta vez el timbre afilado del violín y la sonoridad recurrente del acorde menor de sexta deja la cosa a medio camino entre la miel más o menos balsámica y el ruido de una tiza en la pizarra. Los acordes, siempre los mismos, se pueden tocar en una guitarra con las cuerdas al aire; para compensar, la melodía atraviesa diversos modos, sin dejarse enredar del todo por ninguno.


martes, 6 de diciembre de 2011

Paisajes


Inevitablemente, nos desplazamos. Cambia así nuestra visión: no tanto porque veamos distintas las cosas, sino porque vemos cosas distintas. En cada punto, hay lo que hay, tiende a preocuparnos los que de hecho nos ocupa —y es sano ajustarse a eso; no me lo parece tanto confundir lo invisible con lo que no hay, declararlo error o engaño. (Y quien dice no ver, dice verlo diminuto, demediado, y asombrarse de que haya podido tener alguna importancia, o la retenga.) Lo que aquí y ahora no vemos, otros (quizá nos-otros mismos, en otro momento) lo vieron, ven o verán. Nunca sabremos su importancia hasta que se decida a reclamarla.

El lema de Jung, Vocatus atque non vocatus deus aderit («Llamado o no, dios se presentará»), es cierto en la medida en que es circular: 'Dios' es en este sentido lo que se presenta sin aviso y te trastoca. Es decir, aquello que rompe tu idea de lo que puede ser o es y te religa (de ahí, religión) con lo imprevisto y desconocido.

Pero a eso mismo lo llamaba Lennon la vida: what happens to you while you're busy making other plans; otros, amor, en sentido tan amplio como sea posible: lo que conecta a las cosas y las personas, generando eso que llamamos 'sentido'. Aquel, en fin, 'placer', cuando constataba que ese señor no cena nunca en casa.

¿Quién no se ha sentido alguna vez desconectado de lo que hay, de los otros, de uno mismo? Pero, al igual que nada ni nadie está a salvo, tampoco está (de verdad) al margen. Sentirse así nos asemeja de hecho (nos acerca, aunque no lo parezca) a otros. Lo llamamos hermandad, pero queremos decir manada, calor animal. Nuestra única salvación contra el frío.

Y no es verdad, dolor, yo te conozco:
tú eres nostalgia de la vida buena.


viernes, 2 de diciembre de 2011

Yo contra el punk

Yo contra el punk no tengo nada. A lo largo de toda de su historia, seguramente haya aportado cinco o seis canciones interesantes. Más de la mitad, escritas por Glen Matlock, el bajista de los Pistols, admirador de los Kinks, los Who, los Faces... El resto, por Joe Strummer, de los Clash, hippie de conversión tardía y reversible. En resumidas cuentas, el punk es como el modernismo: solo fueron 100% punks los mantas incapaces de otra cosa. Villaespesas con cresta.