martes, 7 de julio de 2009

Entrevista inédita a José María Merino


Ordenar la habitación siempre es provocar al desorden, que sale de cualquier esquina con regalos imprevistos, decidido a apartarte de tu misión. En este caso, lo ha conseguido: he encontrado una entrevista inédita que hicimos al escritor José María Merino para el programa de radio El otoño en Pekín, que mi buen amigo Antonio y yo emitíamos en la primera mitad de los 90 en Onda Verde, y me he sentado de inmediato a disfrutarla (ya habrá tiempo de seguir sorprendiéndose). Agradezco al Alejandro de entonces la transcripción de la entrevista, que debió de ser cansada, pues se interrumpe sin razón aparente (¿quizá saltó la cinta?).

No me acuerdo quién nos presentó a Merino, pero el hombre fue muy amable con nosotros. Nos recibió en su casa y quedó en llamar al programa cuando emitiéramos la entrevista. Como éramos como somos, al llegar a la emisora nos dimos cuenta de que habíamos traído todo (música ad hoc, cuñas, sintonía) menos la cinta en cuestión. No sé si al final llegamos a emitirla. Si no, éste es el estreno, quince añitos después.

*

—Vamos a hablar de ti un poco. Eres un autor leonés, pero de origen gallego.
—Bueno, yo nací en La Coruña, por las causas azarosas de que mi padre en la guerra se había ido, digamos, escapado hacia Galicia, y, bueno, allí conoció a una señora que resultó mi madre. Nací en La Coruña pero me crié en León. De todas formas, estoy muy vinculado a todo el Noroeste, a Asturias y a Galicia, porque de niño he veraneado en Asturias, he veraneado en casa de mi abuela en Galicia; pero claro, soy sobre todo leonés, si cabe hacer estas distinciones, porque me crié en León, y en León está mi formación sentimental, digamos, de los inviernos. Mi más dura formación, pero también muy intensa, es leonesa. Luego, la de los veranos, la de la ensoñación, puede que sea gallega, pero la de lo cotidiano es leonesa.

—De cualquier forma, dos territorios muy verdes, naturales, y propicios también al misterio...
—Pues sí, yo creo que sí (porque son todas estas tierras...) Sobre todo, aunque a mí el mar me llama mucho, y me gusta mucho el mar, mi infancia no es tanto marítima como de pequeñas aldeas con ríos, con montañas. Es ese paisaje un poco, en fin, muy abrupto, y muy lleno de cosas. En ese sentido, los paisajes desérticos me impresionan, pero no estoy nada familiarizado con ellos.

—¿Y cómo has sentido ese sustrato de leyenda y tradición que siempre aparece en tus relatos? ¿Es algo permanente, como innato, o es algo recurrente?
—Bueno, yo creo que de niño escuché bastantes historias, y esas cosas siempre te van dando una tendencia; y luego, fui un lector fervoroso, sobre todo de historias fantásticas. Se puede decir que, durante un tiempo de mi vida, para mí la Literatura eran aventuras e historias fantásticas. Luego ya descubrí que no, que había una literatura seria y ya me hice también un degustador de la Literatura seria. Yo siempre he dicho que intento mantener en mí un lector inocente, que era el lector primerizo, y un lector avisado, un lector irónico, que es el lector, digamos, ya de la juventud, no de la infancia. He intentado mantener esos dos lectores dentro de mí.

—Y, ya por curiosidad, esas leyendas que te contaban, ¿cómo te las contaban? Porque, por lo menos nosotros, que somos ya de ciudad ciudad, los únicos cuentos y leyendas a los que hemos tenido acceso han sido a través de libros y más libros.
—Pues había de todo. Había desde familiares mayores, o criadas, o mi misma abuela gallega, o mi abuelo leonés, que me contaban historias. No sé, historias de todo tipo. No es que fuesen unas historias especialmente cargadas de trama, sino que eran muy sugerentes. A mí, por ejemplo, se me ha quedado siempre muy grabado las historias de huidos, de la gente que se había echado al monte para huir de la represión; o de la gente que había tenido que irse, por razones también políticas; o que había emigrado, y que entonces creaba otra familia, y acababan siendo bígamos... En fin, esas historias extrañísimas. O esas historias de extrañas venganzas, de robos, de un tipo que se había emborrachado y le habían robado una noche. O historias de lobos, por ejemplo, yo recuerdo muchas historias de lobos, que eran siempre terribles, las historias de lobos. Luego el lobo entró ya dentro, digamos, del sistema ecológico, y ya hemos sido con él mucho más... en fin, le hemos tratado mucho mejor, pero los lobos en mi infancia eran terribles, agresivos, peligrosos... Un día, yo recuerdo que cuando nevaba tanto, porque en León siempre nevaba mucho, ahora el cambio climático yo lo he ido viendo con la edad, con los años, pero todavía contaban pues como cuando a un motorista los lobos le tiraron de la moto, en la carretera de Asturias, a cuatro kilómetros de León, y allí mismo lo mataron y lo comieron, teniendo yo cuatro o cinco años. Tened en cuenta, además, que, efectivamente, el haber vivido en una pequeña capital de provincia en la posguerra era el sitio más lejano del mundo, y la sensación de que allí todo lo importante había pasado hacía miles de años. Ya no podía pasar nada, yo siempre digo : sólo pasaba la Vuelta ciclista a España y el Circo americano. Y ahora ya no pasa ni la Vuelta ciclista a España, o sea que ya no sé qué queda. Pero, ciertamente, vivías en un mundo un poco ávido de fábulas. Todo se convertía en algo..., adquiría, bueno, cualquier relato de una menudencia se convertía en un relato mítico.

—Es interesante, porque siempre se piensa en ese origen mítico de la leyenda, y en realidad ocurre constantemente. Como la historia de los lobos.
—Yo creo que la leyenda nace así, la leyenda nace de un pequeño hecho que tiene una cierta trascendencia individual y que se desorbita socialmente hasta convertirse en una especie de mito que pasa de boca en boca. Yo creo que siempre es la habilidad del narrador, el convertir la cosa más, tal vez, pequeña o insignificante del mundo en una aventura extraordinaria, y el hacer que eso se transmita.

—Yo recuerdo, por ejemplo, que yo tenía un profesor, Carlos García Gual, que era muy afecto al mito, y una de las cosas que recuerdo haberle oído, creo que era una cita de alguien, es que el mito pertenecía al territorio de la memoria, y que el territorio de la memoria en estas generaciones se hacía cada vez más estrecho, más neblinoso, y en ese sentido el mito tendía a desaparecer porque vivimos en una civilización de informaciones efímeras, en la que la memoria se hace cada vez menor. Tú, en ese sentido, ¿eres todavía optimista en cuanto a que pueda quedar siempre un sustrato o una capacidad imaginativa capaz de crear mitos y leyendas, o crees que el camino va, en ese sentido, en contra?
—A pesar de todo siempre mitificamos. Ahora, cuando ves por ejemplo que se habla de las tribus urbanas, y de los ritos de las tribus urbanas; eso está cargado de mitos, aunque desde luego son mitos degradados. Los grandes mitos de la Era Dorada, si alguna vez existieron, los hemos vivido en la psiquiatría : el complejo de Edipo, o la cantidad de complejos que hemos redescubierto en los clásicos. Tal vez los grandes mitos se han degradado. El mundo rural estaba cargado de mitos, y también se han perdido. Muchos, gracias a la racionalización a través del cristianismo. No olvidemos que los mitos están muy vinculados a la superstición, en el mejor sentido de la palabra: a las viejas creencias, a la vieja religión, al paganismo. El cristianismo, en ese sentido, lleva una guerra terrible contra los mitos, aunque muchos los incorpora y los asume. Pero claro, en el mundo rural el mito funciona porque está muy vinculado al ciclo de las estaciones; por lo tanto, está muy vinculado a la rueda de la vida, de la generación de los frutos, del nacimiento de las bestias. Allí funciona mucho el mito, y por eso, tal vez, yo he vivido mucho el mito en el mundo rural, y en el Noroeste, que es un mundo arcaizante, que tiende a cierto arcaísmo rural. En la capital, en el mundo del consumo, en el mundo de la sociedad industrial, claro, los mitos efectivamente ya no viven con nosotros, no pertenecen a lo cotidiano; pero se trasfunden en muchas cosas, y yo muchas veces los veo, incluso, en películas, en las grandes películas de los años cuarenta, años cincuenta, que están cargadas de mitos. Yo he hecho un análisis de Casablanca desde la perspectiva mítica, y es una historia de héroe y dragón; hay un árbol que es el centro del mundo, que es el famoso bar, no sé cómo se llama. El héroe renuncia, incluso, al amor, al final hay un sacrificio del amor... El cine está lleno de elementos de los mitos.
Ahora, por supuesto, el sentido mítico del tiempo, por ejemplo, se ha perdido totalmente, y en eso el mundo de lo efímero, y la cultura de lo efímero, que es la cultura del consumo, es una cultura profundamente antimítica, y va en contra también de la memoria, porque tiende a unificar, a que todos los seres seamos exactamente iguales y consumamos exactamente lo que quiere la cultura del consumo, que en realidad estará manejada por tres o cuatro corporaciones. Efectivamente, los mitos tienen mucho que ver con la memoria, con la conciencia del tiempo, con la conciencia de la muerte... Pero es que, claro, la sociedad de consumo tampoco quiere que pensemos en la muerte. Quiere otro producto humano, y no sé si lo acabará consiguiendo. Pero, a pesar de todo, por ejemplo, las relaciones de la juventud tienden a estereotipos míticos. Las relaciones del fan o del aficionado a cualquier cosa relacionada con los héroes, la magnificación del héroe, el estereotipo del héroe. En muchos casos, yo pienso que hay esquemas de lo mítico, muy degradados, ya te digo. Y que es difícil acabar con los mitos; al fin y al cabo, yo creo que los seres humanos estamos cargados de mitos porque a pesar de todo vivimos en el tiempo, somos efímeros, y tendemos a buscar cosas que le den una cierta perennidad a nuestro pensamiento.
De un modo u otro, es difícil acabar con el mundo mítico.

—Y de hecho, siendo cierto que esta civilización del consumo iría por principio contra la raíz del pensamiento mítico, la fantasía es un éxito editorial sin precedentes en este final de siglo.
—Sí, sí, yo creo que es curioso eso, por eso pienso que lo fantástico lo echas por la puerta y te entra por la ventana, y que es realmente muy difícil acabar con el pensamiento mágico. Yo soy muy aficionado a leer todo lo que hay sobre fantasía, y ahora, por ejemplo, hay un autor, Tommy Sivers, que es un autor americano, que estudia lo fantástico romántico a la luz de lo que llama él "supervivencia de la superstición", que es supervivencia del pensamiento mágico. En lo fantástico hay pensamiento mágico, y el pensamiento mágico siempre es un pensamiento no racionalista y, digamos, antihistórico, y todo lo que es antihistórico, pues tiende a ser mítico, evidentemente.
Yo creo que sí, que a pesar de todo en el gusto por lo fantástico es claro que hay una recuperación del pensamiento mágico y de lo atemporal. Es sorprendente que, por ejemplo, una de los últimas utopías del siglo XX, que yo creo que ha sido la fantasía científica, la ciencia-ficción, muchos grandes autores de la ciencia-ficción se están pasando a las espadas y brujería y al género fantástico, porque es lo que la gente demanda. Yo lo lamento porque me gusta mucho la clásica Ciencia Ficción, pero yo creo que ya ni como utopía aguanta la SF, es que ya no creemos ni en la SF.

—¿Tú crees que, entonces, se puede volver a una situación como cuando llegó a surgir Frankenstein, en que después de la victoria del racionalismo, de aplicar todas las leyes lógicas, surja de nuevo lo imposible?
—Hombre, yo creo que el Romanticismo sale de muchas cosas, porque, por ejemplo, Frankenstein es curioso, habría que analizar Frankenstein, que es una historia científica, moderna, de su época, escrita seguramente con plumilla de acero, porque yo creo que el paso de la plumilla de ganso a la plumilla de acero, que fue por esos años, tiene mucho que ver con la crisis romántica y con el siglo XIX. La reflexión sobre Frankenstein es durísima, el extremo de racionalismo, de cientifismo, el método científico, el intento de que el hombre domine a la Naturaleza, lo que crea es un monstruo terrible que realmente acaba destruyéndole; no destruyéndole, porque acaba volviendo a los hielos, pero lo único que ha creado es dolor, lo único que ha traído el mundo es... Ha creado un ser esplendoroso, maravilloso, que le hace parecer a Dios a Frankenstein, pero que es un ser lleno de dolor...

14 comentarios:

Sergio Herrero dijo...

Genial. Creo recordar que sí se emitió, un par de semanas después.
Por cierto; hablando de las transcripciones de programas tuyos: ¿No tendrás por ahí el guión del famoso programa sobre "al pasar la barca"? Me haría todo un favor pasándomelo...

Al59 dijo...

*¿Hicimos un programa sobre 'Al pasar la barca'?* ¡Qué tiempos!

Al59 dijo...

Ahora en serio, chache: no lo recuerdo, pero no pudo ser muy distinto a esto (ojo al vínculo a la discusión en Memoria).

Anónimo dijo...

¿Qué habrá sido de aquél otro José María Merino?, ya sabes a quién me refiero, ese hombre que decía que; "había que ser tremendamente lógicos y consecuentes".
D.

Al59 dijo...

Los ex-sanviatorinos, D., andan de lo más activo (echa un vistazo acá y fliparás). Creo haberles leído que el otro Merino, hombre justo y cabal, se jubila este año.

Sergio Herrero dijo...

Buscaré por ahí, porque me suena que debo tener por ahí el guión en papel, pero vaya usted a saber dónde. Fue uno de los pocos programas que hicimos juntos en la Rosa por Defecto, me encantó que contaras conmigo. Efectivamente, por lo que se vislumbra en el primer párrafo del vínculo de memoria, fue el principio de todo: ahí hicimos la conexión con la barca de Caronte y descubrimos la versión de las Grecas, que pusimos junto a la de Nacho Cano y alguna que otra canción en inglés que te pareció acorde al tema. Aún no había versión de Ciento Volando.

Anónimo dijo...

¡Alabado sea el Señor en su infinita misericordia! ëste es el año de los sustos."Regreso al futuro" no es nada en comparación a ésta página; alucinante. Por cierto he visto que Isabel está localizable, ¿sabe que andan sus vídeos de actuaciones por la web?
Y por lo que parece hay más foros sobre el Sanvi,¡qué fuerte!
D.

Al59 dijo...

Sabía que ibas a flipar, D. A Isabel no he conseguido localizarla: por lo que veo, no ha dejado allí correo electrónico ni similar. ¡Con lo que molaría saber cómo ve ahora la primera dama aquellos años cerveceros y salvajes!

Anónimo dijo...

Si; pero la que sí lo está es su amiga Araceli; de hecho salen juntas en varias fotos de la cena, no creo que fuera nada difícil que a través de ella nos pusieramos en contacto; se puede intentar.
D.

Al59 dijo...

¡El círculo se cierra, entonces! (¿Acabarán apareciendo Raúl y Marcelo? ¡Manifestaos!)

Al59 dijo...

Con tanto rostro me pierdo, D. ¿Puedes enlazar alguna foto donde aparezca Isabel?

Anónimo dijo...

Tienes ya una foto de Araceli e Isabel en tu correo AL. Sin duda lo que está pasndo éste año es muy singular; tras 20 años el pasado nos guiña el ojo con inusitada frecuencia; ¿Cuál será su siguiente paso...?
D.

Al59 dijo...

Gracias, D. Aún no me ha llegado, pero la espero con el mayor interés.

Anónimo dijo...

Acabo de mandar un mensaje a Araceli con un enlace a youtube y el tema de el Metro que me mandaste, explicandole nuestra intención de rehacer los temas, a ver que pasa.
D.