sábado, 26 de enero de 2008

Cumbres Borrascosas


Me ha encantado Cumbres borrascosas, de Emily Brontë. La novela propiamente dicha y comprobar cómo mis alumnas se han lanzado esta vez a la lectura antes de que hubiéramos hablado en clase sobre la obra. En esos casos, tiene uno la sensación de haber obrado como quien presenta a dos personas que crees que pueden interesarse —sin necesidad de encarecerle al uno los méritos del otro.

No sabía que Kate Bush se había hecho conocida, en 1978, con una canción inspirada en la historia (parece que no directamente en el libro, sino en la versión cinematográfica de 1970). Es una creación magnífica: la cantante tenía 20 abriles cuando salió el disco (algunos menos cuando la compuso) y tanto en el vídeo como en la actuación en directo logra encarnar maravillosamente al personaje al que presta voz, el fantasma de la caprichosa y obstinada Catherine, que no dejará en paz a Heatchcliff hasta arrastrarle consigo al Más Acá.

(Después de saborear el original, hay que aplaudir a rabiar, al menos, esta versión, que la reinventa brillantemente. Clónicas aparte, hay otras curiosas, pero valen menos.)







miércoles, 23 de enero de 2008

Amor, odio y Empédocles


El amor mueve al mundo. Con estas palabras comienza uno de los poemas de Perfil del aire (1924), de Luis Cernuda. La imagen nos traslada en el tiempo hasta el siciliano Empédocles, quien dibujó el universo como un tablero en que dos dioses gemelos, Amor y Odio, se buscan y rehúyen, poniendo en movimiento los cuatro elementos.

Amor, algunas veces
los amista y en uno los compone:
otras, en cambio, el Odio
a todos los separa y enemista.

Como Parménides, nuestro sabio dejó su doctrina en verso esmerado, y se molestó en trazar una biografía a la altura. Nació con el don de curar, más por carisma que mediante fármacos. Algunos siglos antes que Cristo, maravilló a sus paisanos resucitando a una difunta. Se consideró un encantador, un mago, quizá lo que hoy llamaríamos un chamán. Aunque no la practicara, exaltó, sin decirlo, la lírica: el verbo que consigue azuzar el amor o el odio.

Según Empédocles, la muerte, triunfo del Odio o Discordia, es separación de lo que el Amor uniera: agua, tierra, fuego y aire que vuelven a formas más simples. Nada se crea ni destruye: los elementos disgregados volverán a combinarse de otro modo. Por esta razón, lo que hoy es carne pudo ayer ser pescado:

Muchacho fui, y muchacha, en otro tiempo;
fui planta, ave también, fui pez marino.

Su cosmología incluye una cosmogonía, un mito sobre cómo el mundo llegó a ser lo que tenemos delante. En el principio, nos dice, Afrodita (el Amor) reinaba sola: los cuatro elementos estaban fundidos en una gran esfera que formaba el Todo. Del vacío exterior llegó, envidioso, Neikos (el Odio), y se introdujo violentamente en la esfera, quebrándola. Afrodita se retiró al centro y los elementos comenzaron a dividirse y diferenciarse.

Desde entonces, Afrodita lucha por que el mundo regrese a la armonía absoluta del inicio y Neikos por conseguir sumirlo en el caos. La lucha entre ambos es también una historia de amor, una forma de armonía de contrarios, pues la victoria completa de cualquiera de los dos supondría la desaparición del mundo que conocemos, dividido hasta resultar irreconocible (Neikos) o convertido en una unidad compacta e inmóvil (Afrodita).

La historia del mundo se divide en eras, unas dominadas por el Amor y otras por el Odio, aunque el contrario nunca queda enteramente desactivado.

La rotura de la esfera originaria y su posterior reconstrucción, que nunca puede ser completa, recuerdan otros mitos, como el egipcio de la muerte de Osiris, que es despedazado por su hermano Seth. Isis, hermana y esposa de Osiris, va recogiendo amorosamente todos los pedazos de su amado, repartidos por todo Egipto —pero no logra encontrar su sexo, que ha sido devorado por el pez oxirrinco.

La imposibilidad de un éxito completo de Afrodita se corresponde con la escasez de cantos y poemas que celebren el amor pleno, satisfecho, frente a la abundancia abrumadora de canciones sobre el amor imposible, roto o incierto. Incluso cuando se nos presenta a los enamorados juntos, celebrando su pasión, rara vez están ausentes los fantasmas de la separación y el paso del tiempo (marchitará la rosa el viento helado; post coitum, omnia animalia tristia).

martes, 22 de enero de 2008

Juan sin Miedo



Un tipo curioso John Lydon - Johnny Rotten. Yo crecí contra los Sex Pistols, a los que mis dos hermanos mayores consideraban el canon musical definitivo. Aún hoy, cuando leo que el punk fue una alegre patada libertaria a todas las limitaciones, me sonrío pensando que en mi experiencia doméstica fue justo al revés: el punk significaba que las canciones no debían tener más de tres minutos, que no podían apartarse del bajo-guitarra-batería (todo teclado era una mariconería), que no podían tratar sino tales o cuales temas, y con cierta pose bien determinada. Todo un complejo de ticks sectarios, asfixiantes. Libertad, mire usted, la de Frank Zappa, Robert Fripp o David Bowie.

Leyendo ahora algunas entrevistas, descubro que Lydon es lo que parece ser (un bocazas pendenciero y estridente), pero también lo contrario: un degustador decidido de Can, Magma y Neu, convencido de que no hay reglas musicales que dicten qué tocar ni por cuánto tiempo, y atendible hasta en sus críticas más feroces. Aunque dice que las viejas glorias de los 60 «son el Enemigo», admira a David Gilmour («un tipo magnífico»), confraterniza con Keith Emerson y se siente orgulloso de haber inspirado a Neil Young esta canción, que le parece espléndida. Ok. ¿Y a quién no?


domingo, 20 de enero de 2008

Dos amantes después de mil años...



...sentados en una estación

si hace frío y llovizna despacio,
tal como aconseja el amor.
Y al compás de la lluvia
caminando sin duda
van
mientras el cielo se empieza a quebrar.



sábado, 19 de enero de 2008

Campos de Fresa


Tengo cierta simpatía (limitada, pero cierta) por Jordi Sierra i Fabra, a través de cuyo olvidado primer libro (1962-1972 Historia de la música pop. De los Beatles a hoy) conocí a la Incredible String Band y a otros gigantes de aquella era. Hace poco, un buen amigo, más cerca de los 40 que de los 30 (qué viejos estamos), me contaba que, incapaz de encontrar ninguna novedad que le sedujera, andaba releyendo con cierto deleite En un lugar llamado Tierra, una de las novelitas de Ciencia-Ficción de Sierra. Imagino que al autor le hará feliz saberlo, aunque la obra le queda lejos: desde que la publicó (primeros 80) hasta ahora, ha ido acumulando éxito tras éxito con sus libros 'juveniles'.

Escribo esto pensando en los adolescentes que llegan hasta aquí buscando información sobre la novela de Sierra Campos de Fresa. No me he animado a internarme en ella, pero sé que es uno de los libros que nuestros alumnos leen, espontáneamente, con más gusto, y por eso muchos Departamentos de Lengua han acabado incluyéndola en la lista de lecturas obligatorias.

Sin negar que el género pueda albergar maravillas, mi opinión sobre la literatura de adultos sobre jóvenes para jóvenes es decididamente desfavorable. Es responsabilidad del narrador de una historia conseguir que su protagonista, alguien que no somos, llegue a resultarnos íntimo, que sintamos como propias sus ocurrencias, desgracias y hallazgos. Cuanto más lejano a nosotros sea el protagonista, mayor será el efecto revelador que se produzca (y más talento necesitará el narrador para acortar con su arte la distancia).

Crear un personaje inmediato al lector, como hacen SiF y otros, es facilitarse demasiado las cosas. Antonio Muñoz Molina nos previno hace tiempo sobre esos planes de estudio, fruto del furor autonomista, en los que se da prioridad a la geografía, la historia y el arte del entorno inmediato al estudiante. La educación, decía, no consiste en acostumbrarnos a explorar nuestro ombligo, sino en llevarnos tan lejos como sea posible, donde nunca creímos que pudiéramos llegar. Sólo de vuelta de lo distinto seremos capaces de ver de establecer contraste y valorar con perspectiva lo propio.

Sin leer Campos de Fresa, han salido a mi encuentro muchas cosas de ella, quizá demasiadas: sé que la habitan adolescentes inquietos, fines de semana, discotecas, coqueteo con drogas de diseño, susto feroz, personajes que viven para contarlo y otros que no. El título revela que a Fabra le queda algo de su fervor juvenil por el pop; pero sería injusto pecar de indulgente, misunderstanding all you see: el juego, ya muy visto, consiste en degradar la más notable de las canciones psicodélicas, convirtiéndola en letrero luminoso de una sala de conferencias en la que el autor nos da (me temo) la lección de siempre (qué malas son las drogas). (Probablemente, con los efectos de siempre: espeluznar a los sumisos, ya convencidos, y fascinar con la épica de lo prohibido y autodestructivo a los intrépidos.)

Espero que nuestro hombre no deje de aumentar con los dividendos del libro su colección de discos de los 60/70, que ha de ser ya ciclópea. De los que vinieron al blog buscando un resumen del libro, ojalá alguno llegue hasta aquí y pulse el click. Por paciencia y chiripa, bien lo merece.


jueves, 10 de enero de 2008

De hecho


Lo reconozco: tengo corazón de sintonía. De sintonía muy cantabile, como la de Popgrama (maravilloso Preludi i Record, de Iceberg), o las de aquellos programas de Radio 3 que nos educaron a todos. Me sugiere Daniel que, dada mi deriva hacia lo ambiental (y la suya hacia el cine), lo suyo es recuperar la fórmula de los años 30: imagen grabada en movimiento con música de acompañamiento en directo. Me gusta la idea. Veremos.




martes, 8 de enero de 2008

Manos a la obra


Así se escribe la historia: tras el enfado que siempre le produce a uno volver al tajo, resulta que el primer día de trabajo ha sido dulce y sabroso. Así que aprovecho el impulso para añadir algunas guitarras a esta nueva Violeta, con flauta de Daniel, un tantico apresurada, pero cuánto más viva y despierta que su hermana mayor. Apenas conozco la mesa de mezclas, una Pandora PXR4 préstamo de los Reyes Magos, pero trasteando (en la guitarra y el aparato) da para una primera aproximación. A ver si mañana aprendo a mezclar en estéreo, que tampoco será tan difícil. (Actualizo: corregido y mezclado; y no veas si se nota la diferencia.)





lunes, 7 de enero de 2008

No hay dos días iguales

...y todos los días igual (Heráclito / Rosendo Mercado). Total, que toca volver a la misma canción, probablemente para descubrir que tras la excursión a ninguna parte seguimos razonablemente idénticos y funcionales. Si su experiencia es otra, enhorabuena. Si no, tal vez les apetezca recordar el estribillo: Same thing same way everyday, stupefaction oh yeah.


miércoles, 2 de enero de 2008

Ana en ámbar


Porque el alma no tiene fronteras, nadie está libre de fatigar sus caminos, al menos una noche al año. Como todos los que bien acaban, éste hubo fiesta mágica, y antes concurso. Heredé de un buen amigo la costumbre de concursar dos veces, añadiendo a la competencia externa la propia. Creo que Si tú me dices ven era la apuesta mejor; pero ésta también tenía su punto.

Ana en ámbar

Pero sí, pero cómo, pero cuándo.
En ruinas, al borde de la tarde,
soy vértigo y me asomo a tus zarpazos.
Me agarro en la caída a tus heridas
y escalo sin rencores mi fracaso.
Pero no, pero dónde, pero a veces
mis dedos ajustados a tus dudas,
mis pasos a la sombra de tus pasos.
Perdido, me he encontrado una sonrisa.
Con ella vengo a verte de la mano,
con un niño sediento de deberes,
un mar que saca a flote sus mil barcos
hundidos hace tanto para siempre,
porque sí, sin remedio,
por si acaso.