domingo, 21 de septiembre de 2008

Despedidas


La música es la luz de los ciegos.
(Juan Manuel Roca)

Bebe, serranillo, bebe
agua de esta calavera,
que puede ser que algún día
otro de la tuya beba.
(Romance de la Serrana de la Vera)


En la Grecia arcaica era costumbre acompañar el canto con la lira (de ahí que hablemos de lírica). Por su parte, los egipcios utilizaban a menudo el arpa para entonar sus versos —tejiendo así los cantos de arpista, cuya música, por desgracia, sólo podemos suponer.

En las pinturas y esculturas egipcias se representa a menudo a los arpistas como personas ciegas. La imagen nos recuerda que los invidentes han tenido un papel muy importante en el desarrollo del arte poética y musical: según la tradición, Homero era ciego. Santa Cecilia, patrona de la música, lo es también de los ciegos. Su propio nombre significa cieguita (diminutivo del latín caeca, «ciega» —raíz también del nombre Sheila). En España fue tradición hasta bien entrado el siglo XX que algunos ciegos se ganaran la vida recorriendo los pueblos e interpretando romances o coplas de ciego, historias truculentas o divertidas, con profusión de asesinatos y pasiones violentas. Joaquín Rodrigo, Ray Charles y el reverendo Gary Davis, entre otros, bailaron también a ciegas.

A los arpistas egipcios se les llamaba para que cantasen cuando moría una persona importante y sus familiares y amigos querían honrar su recuerdo con un banquete funerario. Sus canciones contenían, como es lógico, un lamento por el difunto y por la fugacidad de la vida en general; pero también servían para animar a disfrutar de la vida a los que seguían en este mundo.

Según parece, los cantos de arpista se interpretaban también en fiestas profanas. En este caso no había familiares de luto a los que consolar, pero el mensaje venía a ser el mismo: hermano, bebe, / que la vida es breve. Vive duro y a lo loco, / que la vida dura muy poco. Heródoto nos describe una de estas fiestas:

En los banquetes de gente pudiente, cuando se levantan de la mesa, un hombre hace circular por el comedor un ataúd con un muerto de madera dentro, que es la reproducción exacta, en pintura y en trabajo de talla, de un hombre vivo: su estatura es de uno o dos codos. Lo va mostrando a cada uno de los comensales y le dice: «Míralo, y come y bebe y diviértete, pues cuando hayas muerto serás como éste». Sí, esto es lo que hacen en sus banquetes. (Historia 4. 78)

La canción de arpista que sigue es la más antigua que conocemos. Se la conoce como Canto de Intef o Antef, porque se compuso con ocasión de la muerte de un rey así llamado. Probablemente es una obra del Primer Período Intermedio (2263-2160), una época de transición entre el Imperio Antiguo y el Imperio Medio, durante la cual no hubo un faraón que gobernara todo Egipto, sino que éste quedó dividido en múltiples territorios gobernados por reyes o caciques. Fue un periodo incierto de hambre, enfermedades y violencia en que se disparó la mortalidad: nadie estaba seguro de llegar vivo a la puesta de sol.

Todo fue bien con este noble príncipe.
Su día terminó,
cumplido queda su feliz destino.
Perece una generación y pasa
mientras las otras siguen, como antaño.
Los dioses de otro tiempo
duermen en sus pirámides,
sus momias y sus almas
reposan en sus tumbas.
Se hicieron edificios,
mas no quedan ni sus emplazamientos.
¿Qué vino a ser de ellos?
He oído las razones de Imhotep y Hordyedef
cabalmente expresadas
en sus exposiciones,
mas ¿y sus edificios?
Arruinados yacen hoy sus muros,
sus lugares no existen,
igual que los que nunca han existido.
De allí nadie regresa
que cuente cómo son y qué les pasa
para dar fin a nuestras inquietudes
antes de que partamos
adonde ya se fueron.
Alivia ya tu corazón,
no pienses más en eso,
pues eso es lo que vuelve
los corazones débiles.
Busca tu propio bien.
Sigue a tu corazón, pues estás vivo,
pon mirra en tu cabeza, viste de fino lino
ungido con la ofrenda de los divinos óleos.
Haz que tu bienestar vaya a mejor
y deja que tu corazón se canse
en pos de tu deseo y de tu dicha.
Actúa en este mundo según tu voluntad
pues puede que te llegue el día del lamento,
cuando tu corazón, ya fatigado,
no escuchará a los que lloren por ti:
y no podrán salvarlo
sus llantos de la tumba.
Recuerda: pasa un día de fiesta sin fatiga.
A nadie le es posible
llevarse sus riquezas;
los que se fueron, nunca
podrán volver de nuevo.


6 comentarios:

Talín dijo...

Bebe, serranillo, bebe
agua de esta calavera,
que puede ser que algún día
otro de la tuya beba.
(Romance de la Serrana de la Vera)
*
Creí que también citaría a Omar Khayyam, pues son unos versos la mar de khayyanos. A mi modo de ver.

salud... os

Josepepe dijo...

'Sou cego de tanto vê-la, de tanto tê-la estrela
O que é uma coisa bela?
O amor é cego
Ray Charles é cego
Stevie Wonder é cego
E o albino Hermeto não enxerga mesmo muito bem.'

De 'O estrangeiro', canción de Caetano Veloso.

Estupenda entrada, Al59.

(Mi abuela tocaba el arpa y mi mujer se llama Cecilia; confieso, también, que, aparte de las bombas lacrimógenas, sólo la música me saca lágrimas de los ojos).

Una duda: Decir 'volver de nuevo', será incurrir en una tautología?

M. Domínguez Senra dijo...

Estupenda de verdad. También me he acordado de Tete Montoliu.

Al59 dijo...

Talín: la caja de resonancia trae ecos infinitos. Los que aporta la entrada son sólo un indicio. Por traer a otro parroquiano: también se pasea por el margen O'Carolan, el bardo ciego irlandés.

Al59 dijo...

Josepep: tautología y hasta pleonasmo (tal llorar de los ojos y caer hacia abajo). Lo que ya no recuerdo es si la redundancia estaba en el original o la añadí (mea culpa) al hacer la versión.

Al59 dijo...

¡Ah, Montoliou, entrañable reaccionario! 'La culpa de todo', decía, 'la tienen los de la guitarrita'.