domingo, 28 de octubre de 2007

Frank Mills invade Londres


Lo admito: para mí la primera versión de esta canción (con Shelley Plimpton) será siempre la definitiva; pero ha sido un regalo inesperado topar con esta interpretación tan distinta. Sonja Kristina (luego cantante de Curved Air) hizo el papel de Crissey, la chica que canta la canción, en el primer montaje británico de Hair. Hay algo germánico (y magnético) en su manera de abordar los tramos más altos de la melodía.



La canción en sí me maravilla cada vez más. La rima delicadamente ausente y esa fusión inusitada de géneros: el anuncio que suele ponerse por pérdida de gato o caniche (Se le vio por última vez... Se agradecerá a quien lo encuentre) y la denuncia de un robo que se resuelve de manera perfecta: el angelote infernal puede quedarse con los dos dólares, pero Crissey no parará hasta recuperarle *a él*. Como escribe el enorme LMP (sobre trazas de Lope y otros clásicos),

Al alba te fuiste,
dejándote sin mí.

sábado, 27 de octubre de 2007

Frank Mills


Los criterios de excelencia son paradójicos. Por ejemplo, una obra que genera en abundancia parodias y usos bastardos (como el publicitario), risible o repulsiva en su forma presente, suele ser en origen notable, y si uno se molesta en retirar la costra añadida, es probable que encuentre una piel tersa.

Se ha puesto de moda saquear las canciones de Hair, el gran musical hippy. Primero fue Aquarius, víctima doble de la caspa rafaelita y el lucro; después han puesto sus manazas grasientas en Ain't got no, y ahora le toca el turno a Let the Sunshine In (que, dicho sea de paso, siempre me pareció la pieza más floja del engranaje).

No sé si al mencionar mis favoritas corro el riego de dar ideas a algún publicisto. Espero que no. Tengo debilidad por Easy to be hard y Frank Mills. Esta última tiene, a pesar de la suave ironía, un tono de melancolía otoñal, entre hojas secas y calles mojadas, que encaja bien con los días.



Por si Goear se guardara por un tiempo sus tesoros, como suele, aquí van de coda algunos Youtubes. Son montajes recientes de la obra, afectados algunos por un cierto operaciontriunfismo, que escoge voces clónicas, domesticadas —pero algo conservan. Helos.







miércoles, 24 de octubre de 2007

La canción de la espada


El simbolismo de algunos objetos es tan intenso que pararse a pensar en ellos resulta embriagador. La espada, cruz inversa, tiene una naturaleza contradictoria que Cirlot resalta con acierto en su Diccionario de símbolos: la imagen visionaria de la espada flamígera (que llega hasta el sable láser de los Jedi), de sustancia etérea, tiene su correlato real en el acero firme, duro y frío de las espadas mundanas que, encerradas en su vaina (<vagina), tiritan de frío, anhelando hundirse en la carne o la madera.

La espada es falo, fuerza y pericia, arma caballeresca y viril por excelencia, pensada para el duelo en condiciones justas. Conserva su carácter deportivo incluso en un combate multitudinario: imaginamos a un héroe espadachín (hasta pistolero, al modo de la épica western), pero todo el mal gusto de Hollywood no nos hará tragar a un héroe portador de ametralladora o granada de mano, armas que no permiten el duelo ni generan una coreografía admirable.

Las espadas tienen su corazón, no siempre luminoso. Reciben por ello nombre y a veces amenizan la historia con sus réplicas al héroe, agudas y concisas. Las hay que, traumatizadas, se rompen en pedazos, como aquella con que Isildur cortó el dedo de Sauron para extraerle el Anillo Único, o varias espadas del ciclo artúrico. Es labor arquetípica del héroe extraer la espada de la piedra (o yunque): se diría que esto último apunta en clave a la labor del herrero que une los trozos de la espada rota forjando con ellos una nueva hoja, como hacen Sigurd y Aragorn. Es tentador ver en ello una advertencia sobre el sentido de toda tradición digna de tal nombre: no una inercia que seguir, sino un desafío del que tendremos que demostrarnos dignos.

Hay, en fin, espadas abiertamente malignas, idóneas para héroes suicidas, como Áyax el Grande, Kullervo y Túrin. Ajusticiándose, estos personajes dan su sentido pleno a la advertencia evangélica: “el que mata por la espada morirá por la espada” (Mateo 26:52). No es casual que a una redundancia molesta (el incesto de Kullervo, el de Túrin) le siga otra aún más penosa y extrema (el suicidio, que con espada de por medio tiene visos de mortífero autoerotismo).

La espada, en fin, es palabra (sword word). Como escribe Sem Tob,

el callar es tardada
e el fablar aína;
el fablar es espada
e 'l callar su vaína.

La vieja leyenda de la espada (no me desenvaines sin necesidad, no me envaines sin honra) es, por ello, siempre actual: los intelectuales, virtuosos nada pacíficos de la violencia verbal, deberían (¿deberíamos?) tenerla siempre presente.

martes, 23 de octubre de 2007

La ignorancia renta

De entre las muchas paradojas de la Wikipedia, ese imperio de la libertad con profusión de carceleros y excomulgados, me viene a la cabeza hoy, leyendo una entrada que corresponde a un tema sobre el que he trabajado bastante, ésta: en cualquier enciclopedia, a la hora de buscar redactor para una entrada se procura localizar a quien mejor conozca el tema. En Wikipedia, una persona que ha cometido la imprudencia de publicar estudios sobre un tema queda automáticamente descalificada para colaborar en la entrada correspondiente, so pena de que el noble gremio de inquisidores haga aparecer de inmediato los espantajos de la autopromoción y la fuente primaria. Así que cuanto menos haya investigado uno nada, mejor le irá. (Y así de bien le va a más de uno.)

jueves, 18 de octubre de 2007

Alegría, dices


Fanal sin luz,
una casa al borde del sueño
y en el cielo oxidado
tu ojo triste cayendo en la noche
como un verbo que vuelve al pasado.

*

(metamorfo)



El Llanero Solitario
ha vendido su fondo de armario.
El Llanero Solitario
ha vendido su perro malo.
Bien, ya lo viste,
malamente podrías saberlo,
los tiempos cambian,
ya lo sé.

Hay días que está más que humilde,
pero hay otros que está frío,
más rabioso que el infierno.
Bien, ya lo viste,
malamente podrías saberlo,
es extraño,
ya lo sé.

Esos lagos de aguas doradas,
esos lagos de oro se acaban.
Bien, ya lo viste,
malamente podrías saberlo,
es extraño,
ya lo sé.

Alegría, alegría, alegría
(esfúerzate tanto
como las horas).
Alegría, alegría, alegría
(eso quieres
que creamos).


miércoles, 17 de octubre de 2007

Canción de octubre


(metamorfo)



Te cantaré
esta canción de octubre
(pues antes no hubo otra).
La música y la letra no son mías,
pues nació de mis gozos y mis penas.

Junto al mar,
los zarzales de moras
en la quietud de la tarde.
Los pájaros huyen
más allá del sol
y con ellos habré de marcharme.

Las hojas caídas, alhajas del suelo,
dominan el arte de la muerte
y dejan que repose su corazón dorado,
entre las sombras escarlata, alegre.

Cuando el hambre dirige mis pasos a casa,
ya llega la mañana.
Cruzo, nadando, los mares de mi mente
y los pinos se ríen con su risa más verde.

Buscaba, en otro tiempo, ser feliz.
Buscaba el placer,
pero he hallado una puerta
detrás de mi mente,
y no hay mayor tesoro;

pues a los que gobiernan les gusta soltar leyes
y a los que se rebelan les gusta quebrantarlas
y a los clérigos, pobres, les va andar en cadenas
y Dios halla placer en perdonarlos.

Encontré un hombre. Su nombre era Tiempo
y dijo: «Debo irme».
Pero cuánto hace de eso
no puedo saberlo.

A veces quiero asesinar al Tiempo,
a veces, cuando el corazón me duele;
pero generalmente salgo a dar una vuelta
y camino siguiendo sus pasos.

(Robin Williamson)


martes, 16 de octubre de 2007

El fin del verano (I)


Tú y yo aquí
contando monedas falsas
y otoño derrochando
el oro de sus arcas.
(Isabel Escudero)

*

La inocencia del devenir.


**



El verano ya casi ha terminado.
El verano ya casi ha terminado.
¿Dónde estaremos nosotros
cuando acabe el verano?

La mañana nos pilló
felizmente desprevenidos.
La tarde hizo arder oro en nuestro pelo.
De noche,
nadamos en el mar sonriente.

El verano ya casi ha terminado.
El verano ya casi ha terminado.
Pasamos buenos ratos,
pero ya son historia.
El invierno se acerca.
El verano ya casi ha terminado.


viernes, 12 de octubre de 2007

Almanaque de otoño


El otoño, este niño
torpe y desaseado,
que se ensucia con hojas
amarillas las manos.
(José García Nieto)



jueves, 11 de octubre de 2007

Limonada lunar


Qué alegría volver a leerle, pechelingue. Tanta que extiendo al mundo este regalo suyo. Como bien dice, Loussier toca a Debussy... y Debussy se deja. (Ya que estamos: ¿escuchó a los Hackett versionando a Satie? Ahí van, de propina.)



martes, 9 de octubre de 2007

Un poco de acción


De vez en cuando, la gente pide (y no es mal comienzo) una explicación sencilla y clara de eso que anda contando por ahí Agustín García Calvo y que a algunos nos tiene más hechizados que a otros. Creo que pocas veces lo ha explicado tan bien el interesado como en esta entradilla, destinada en su día a un diccionario sobre terminachos filosóficos. Quizá los profesores deban ahorrársela: eso de hacer saber lo ya sabido da justo donde nos duele.

Acción

Agustin García Calvo
Universidad Complutense de Madrid

Sobra la oposición entre hablar y hacer. Domina en nuestro mundo una idea, profundamente arraigada (desde la antítesis griega de érgo «de hecho», frente a lógo «de palabra», hasta la teoría política reciente sobre el paso de teoría a praxis), que contrapone el hablar o razonar con el hacer o práctica real.

Al separarlos de ese modo, con ello se justifica y consolida el esquema de relación entre ambos que rige en el comercio y la política habitual, a saber: 1) se habla o razona para llegar a una conclusión, 2) de esa conclusión se deriva un proyecto, programa o plan de acción, 3) se pasa a la práctica y se realiza el plan establecido.

Ya se entiende que, mediante ese esquema, se trata de asegurar que la acción no consista en otra cosa que en hacer lo ya previsto, es decir, hacer lo que ya está hecho; que es justamente lo que conviene para el sustento de las estructuras de política y comercio establecidas y el éxito de sus negocios.

Y se trata, por el otro lado, de que el hablar o razonar, como sometido que está a la busca de conclusiones y a la acción futura, resulte falto de interés en sí, puesto que, al estar destinado a sostener una idea y servir a la presupuesta acción futura, apenas podrá el hablar o razonar (salvo por fallo de la máquina) venir a dar en hallazgos, invenciones ni descubrimientos inesperados.

Ese esquema de la acción también puede describirse más sintéticamente así: que la separación entre el hablar (de la acción) y la acción (de lo previsto) consigue, al poner la acción en el futuro, convertir todo lo que la precede en un tiempo vacío, donde no va a hacerse nada (más que lo que va a hacerse), donde no debe suceder nada (más que lo que está ya sucedido en el futuro).

Y es así como, al mismo tiempo que a la acción se la hace siempre futura (prevista, ideada o planeada por discurso previo), se consigue que el discurso o discusión preparadora de la praxis se vuelva, por así decirlo, aburrido por esencia, privado como está de todo elemento de sorpresa o inesperado: testimonio, las reuniones de negocios, los diálogos de políticos (estén en el poder o estén organizándose para la acción futura) o el mismo discurso académico, destinado a hacer saber lo ya sabido.

A la vez que la acción de lo ya hecho crea, por su planeamiento, el tiempo vacío que le conviene, también queda sumido el hablar y razonar en el tiempo vacío así creado y, por su propio aburrimiento, condenado a la inutilidad.

Por ello será tanto más oportuno recordar lo que la consideración desprevenida y el sentido común entiende: que el hablar y el razonar son una acción, y que no se sabe lo que hablar y razonar puedan hacer cuando se libran de su destino a la acción futura pero ciertamente, lo que hablar y razonar puedan hacer, si pueden algo, lo podrán precisamente en cuanto no estén condenados a llegar a conclusiones, a sostener ideas y a elaborar planes para la acción futura.

jueves, 4 de octubre de 2007

Melanie Klein


Hay autores pacientes. La psicoanalista alemana Melanie Klein (1882-1960) ha resultado uno de ellos. Hace años que Verónica, uruguaya legendaria, me recomendó su obra —y cuando andaba liado con el tema de los asustaniños, la Klein aparecía de vez en cuando en nota al pie, levantando la mano a lo Hermíone.

Pese a ello, sólo antesdeayer he cedido al embrujo de un libro de la Klein, Obras completas (I), que me llamaba irresistible desde el kiosko, unido a otro de Jacques Lacan, en oferta popular. Lacan, aunque ya esté en mi domicilio, tendrá que esperar —no siento ningún deseo de superar la tirria que me han producido todos los discípulos suyos que he conocido.

Lo de Melanie Klein es otra cosa. Aunque su nombre significa Oscura, no he encontrado psicoanalista que escriba con la sencillez e ingenuidad del trabajo que abre el libro y su carrera, «El desarrollo de un niño» (1921).

Por el prologuista sabemos que el niño en cuestión, Fritz, al que Klein presenta como hijo de una vecina, era en realidad su hijo menor, Erich. Este tipo de apaños parece haber sido moneda corriente entre los psicoanalistas de la primera hora, en los que el afán por desvelar lo oculto no frena la tergiversación. Sucesos posteriores vuelven sombríos estos manejos: otro de sus hijos, Hans, murió en un accidente, despeñado por un precipicio, en 1934, y su única hija, Melitta (otro nombre inadecuado: Melosa, Abeja), también psicoanalista, inició entonces una campaña contra su madre, acusándola de haber llevado a Hans al suicidio.

En «El desarrollo de un niño» (1921) Klein se presenta (desdoblada en madre de Fritz y solícita vecina) como la perfecta educadora moderna, que anima a su rorro a pensar por sí mismo, a tumba abierta. Hoy, resulta enternecedor ver cómo Klein plantea que para que el niño florezca es esencial que pierda la veneración por la autoridad de sus padres. Quienes nos ganamos la vida con la docencia, sabemos hasta qué punto han salido viscosos los lodos de aquella polvareda —pero resultaría injusto exigir clarividencia a una pionera.

El método educativo que propone Klein pasa por invitar al niño a tirar por la borda el pensamiento mágico que solemos tolerar (e incentivar) en la infancia. Ni Liebre de Pascua, ni cigueña de París, ni Dios con sus angelitos: todo lo sobrenatural es filfa, y cuanto antes abandone el aprendiz de hombre sus ídolos, antes entrará en la carrera del progreso.

Vuelve entrañable el ensayo la resistencia del niño contra estos manejos desencantadores (y brujeriles) de su madre. Las ocurrencias de Fritz no desmerecen de las del hijo de Umbral en Mortal y rosa. Una muestra:

En otra ocasión dijo: «Me gustaría tener alas y poder volar. ¿Tienen alas los pájaros cuando están quietos y muertos? ¿Uno está ya muerto, no es cierto, cuando uno no está todavía allí?» (...) En conexión con esto, me dijo que cuando se muriera se movería muy lentamente —así (moviendo su dedo índice muy lentamente y muy poco)— y que yo también cuando me muriera podría moverme así, lentamente. Otra vez me preguntó si uno no se mueve nada cuando está durmiendo, y después dijo: «¿No es que algunas personas se mueven y otras no?» Vio un retrato de Carlos V en un libro y aprendió que había muerto hace mucho tiempo. Entonces preguntó: «Y si yo fuera el emperador Carlos, ¿estaría muerto ya desde hace mucho tiempo?».
(p. 44).