lunes, 9 de julio de 2007

Dos locos machadianos y un tonto mixolidio


Seguramente habrá más, pero a bote pronto recuerdo dos. El primero tiene el título más prometedor (Un loco), pero es más extenso y retórico de lo que convendría, y no acaba de convencerme. Empero, se cierra con versos notables:

No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno; la cordura,
la terrible cordura del idiota.

Este loco es más típico que arquetípico, y la descripción de sus cuitas se queda en un naturalismo moralizante. No se puede decir lo mismo del segundo, que, como Rimbaud, viene del Infierno sin pasaporte, y cierra con acierto el libro de Machado, Campos de Castilla (aunque en las ediciones actuales el volumen se prolonga con unos elogios de interés variable). Dice así:

El bufón

El demonio de mis sueños
ríe con sus labios rojos,
sus negros y vivos ojos,
sus dientes finos, pequeños.
Y jovial y picaresco
se lanza a un baile grotesco,
luciendo el cuerpo deforme
y su enorme
joroba. Es feo y barbudo,
y chiquitín y panzudo.
Yo no sé por qué razón,
de mi tragedia, bufón,
te ríes... Mas tú eres vivo
por tu danzar sin motivo.

La ilustración musical cuadra al primer loco machadiano, el que lo es por cuenta ajena. Estaban por entonces Radio Futura en su momento más alto, la hora bruja de Annabel Lee y El canto del gallo. Es una lástima que Youtube no tenga testimonio de la canción interpretada por sus creadores —aunque este homenaje reciente les hace bastante justicia.

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