jueves, 28 de junio de 2007

Alegría y cansancio

No suelen asociarse, pero todas las grandes alegrías de mi vida, las que van más allá de un momento y te tienen en danza durante horas, me han llevado a este momento agotador en el que las palabras se me hacen amistosas pero de difícil manejo. Es probable que ande aún un tanto desaparecido durante días, o semanas, pero no dejo por eso de acordarme cantidad del blog y de las personas por las que lo escribo, intentando sacar lo mejor de esta mente saturada y poco rigurosa. Vayan mis disculpas por las muchas veces que no lo consigo —o lo mejor que puedo ofrecer no resulta suficiente.

Hoy creo acertar, por supuesto por mérito ajeno. Les dejo dos canciones memorables de Javier Bergia, inmortalizadas en sendos vídeos que debieron marcar época, pero pasaron, como todo lo suyo, casi desapercibidos. El tiempo, por mano amiga, los ha puesto en Youtube, y no dudo que dentro de nada llevarán miles de visitas. Si conocen alguien que se merezca el regalo, ya saben. Yo sé que ustedes sí. Un abrazo.




domingo, 24 de junio de 2007

Mademoiselle Nobs


Años después, un saxofonista se haría famoso con la música de las ballenas y los lobos. Años antes, un católico vanguardista y sinestésico pasaba a limpio los cantares de ruiseñores y abubillas. Entre medias, Pink Floyd —cediendo con gusto el micro a la Dama y el Vagabundo.


viernes, 22 de junio de 2007

Fine and Mellow


Dice Tomás Segovia, con gracia y acribía, que el objetivo de Frankenstein es mostrar que el todo es algo más que la suma de sus partes. [Añadamos que esto no es, como don Tomás parece pensar, hallazgo enteramente romántico: también la reconstrucción de Osiris dio algún problemilla.]

El fracaso del concepto all stars apunta desde otro campo la misma verdad. Un cónclave de talentosos no suele producir un gran grupo que multiplique las posibilidades de acierto, sino un muestrario ligeramente exhibicionista de lo más superficial de cada casa.

Sin embargo, no hay fórmula que no funcione si las circunstancias son las adecuadas. Este pedazo de blues, por ejemplo, reúne a la crema del jazz, y el resultado es algo vivo, emocionante —como si se tratara, más que de una convención de exitosos, de una reunión de viejos amigos (¿supervivientes?) en torno a la hoguera. La hoguera es Billie Holiday, claro —pródiga aquí en llamaradas azules.


jueves, 21 de junio de 2007

Sonata de estío



Mis problemas con el blues se extienden con gusto hasta Janis Joplin, gritona desenfrenada o sibila inmortal, según ande el oído de impresionable. Su versión de Summertime, con préstamos de Bach y alguna valla electrificada, es para mí el original. Un comentarista fino del Youtube dice que estas libertades sesentiles malbaratan la canción de Gershwin. Hay lujos peores.


miércoles, 20 de junio de 2007

Aturdido y confuso


La culpa fue de Led Zeppelin. Por hacerlo tan bien, se entiende. Hay aciertos que cuestan un mundo. Con Dazed and confused (oportunamente afanada al trovador lisérgico Jake Holmes) crearon el patrón de la expedición blusera a los infiernos; más tarde, con Since I've been loving you llevaron el blues llorón, en menor, a un clímax irrecuperable. El resultado es que cuando escuchas la misma idea, intentada con menos talento, te sientes inclinado a la inmisericordia. No me fío de ti, ya oí / eso en algún lugar, y no / te lo has aprendido bien.

Gran parte del sabor del blues reside en el contraste entre la armonía, basada en los tres acordes mayores básicos, y la melodía, que insiste en las terceras menores de esos mismos acordes. En los blues construidos en menor, como Summertime y Since I've been loving you, ese contraste desaparece. Se conserva en cambio, y cobra casi todo el protagonismo, el de la quinta disminuida, ese venerable diablillo. El resultado es una estilización algo morbosa, comparable a la que logran Triana cuando en vez de atizarte el Mi mayor tras el Fa, según los cánones flamencos, se sacan de la manga un inesperado y elegante mi menor. Es como si las terceras menores de la escala hubieran acabado doblegando a los acordes correspondientes, que obedecen y se dejan hacer.

Dazed and confused es otra cosa. La idea del bajón cobra aquí, sinestésicamente, entidad musical, mediante la línea de bajo que va descendiendo por semitonos, como en esos experimentos de hipnosis en que un mismo zumbido va bajando de frecuencia hasta dejar sofronizado al respetable. La letra original tenía su aquel (me siento como un ratón y tú estás hecha una gata), pero la versión de Zeppelin, manteniendo el tono misógino, le añade un punto satánico, crowleyniano: Mucha gente habla, pero muy poca sabe / que el alma femenina fue creada allá abajo.... En la versión pionera de Holmes, la parte cantada cae en un rasgueo confuso, que expresa bien el desaliento, la desorientación, el fin petardero de un mal viaje; en la de Page y Plant, más allá de la queja personal se conjuran las Furias, un despliegue ofensivo de las fuerzas ctónicas que deja al oyente patidifuso. Palabras mayores.






lunes, 18 de junio de 2007

Frescor en lata


De entre las muchas canciones de Canned Heat, hay dos tan extraordinarias que no resulta abusivo cifrar en ellas su aportación al mundo. Si en On the road again hurgaron en las profundidades narcóticas del género, en Going up the country lograron echarlo a volar, ligero de equipaje, con esa flauta impagable que, en vez de clavar las blue notes, enfatiza despreocupadamente la tercera mayor.

Tras años considerando que este arreglo de flauta (que tan perfectamente complementa la voz de niño regordete de Wilson) traía el blues a territorio indio (o sea, hippie), sorprende descubrir que en realidad es un arcaísmo. Going up the country rehace Bull Doze Blues, un tema grabado en 1927 por Henry Thomas.

La letra del Blues del derribo no es gran cosa (sólo ese acierto enorme: If you don't believe I'm sinking, look what a hole I'm in), pero la melodía encantada de la flauta ya está ahí, interpretada con una variante de la flauta de Pan, las quills, que resultan ser el antepasado verde de la armónica. Helas:




Con tan buen material de partida, Canned Heat hizo importantes mejoras. El patrón travieso del bajo (de curiosas resonancias), la melodía de la voz (que se hermana con la flauta) y la nueva letra, hija (ella sí) del momento: Dejaré la ciudad. Voy campo arriba, donde el agua sabe a vino, donde puedes chapotear y estar eternamente borracho. Es un juego nuevo, y tengo ganas de jugarlo. Iremos donde nunca hemos estado. ¡Hasta podríamos salir de los Estados Unidos!

domingo, 17 de junio de 2007

Otra vez en la calle


El elemento metálico estaba, desde el principio, en el género, encriptado en la tensión de las cuerdas de acero, pero se hizo notorio cuando la armónica sustituyó a la flauta de Pan (pero ésa es otra historia, y habrá que contarla en otra parte; mañana, por ejemplo) y el bajo ferroviario empezó a propulsar el género hacia una apoteosis de músculo y grasa pantanosa, con irisaciones de slide y salpicaduras de varia especie. El pulso del cimbel erecto es también el de la máquina que avanza, reacuñando monedas y taladrando la palma de la mano.

Ese blues macho y urbano, en plan Mannish Boy, es el más previsible y zopenco, pero sin él no se entiende ni aprecia lo demás. Incluso la armonía simple de los doce compases (tónica, subdominante, tónica, dominante, subdominante, tónica), todo un trayecto si bien se mira, se simplifica en un único viaje a ninguna parte (mi sol la mi).

Llegado a ese punto, o uno se aburre mortalmente o entra en trance. On the road again (1968), de Canned Heat, invita decididamente a lo segundo. Ya he expresado mis reservas sobre las bodas de Lucille y Albert Hoffmann, pero si alguna vez el romance tuvo sentido, es en esta andanada lisérgico-cazurra, que comienza con una fiesta de armónicos-reflejos sobre un fondo hipnótico de vibración hindú. La voz de Alan Wilson seguramente tendrá precedentes, pero a mí me resulta siempre un desvío agradecísimo del canon machorro. La letra es tan sencilla e inequívoca que le cabe todo. Mi mamá me abandonó en la calle, y éste es mi primer viaje por la lluvia y la nieve. Uno se cansa de llorar, pero es lo que hay. Ten piedad, Señor, de mi hijo malvado —es hora de que el nene se las apañe como pueda.


sábado, 16 de junio de 2007

Un día, el sol dejará de alumbrarte


Como degustador de música sesentil y setentera, el empacho de improvisaciones interminables, más o menos psicodélicas, sobre base de blues ha estado a punto de indisponerme más de una vez contra el género en su conjunto, sin demasiados distingos entre los frutos, las raíces y el agüita sureña que las nutrió. Sin embargo, hay unos pocos blues excepcionales que siempre pasan la barrera. Éste, del primer disco de Jethro Tull, me sublivella. Añado que es una gozada ver a los músicos ya crecidillos volver sobre sus pasos —las nieves del tiempo van a tono con el fondo sapiencial y descreído del género. (Ojo a la portada proléptica: con oportuna caracterización, las melenas y barbas les hacían parecer, ya entonces, viejos prematuros —Jethro Tull o el eterno puer senex, niño que sabe latín y viejo reverdeciente).


viernes, 15 de junio de 2007

Love in vain


Una de las técnicas características de la poesía moderna es la eliminación de la anécdota. Se nos cuenta lo que pasa, pero no por qué. Un buen ejemplo es este clásico del blues, grabado por primera vez en 1937. Su autor tuvo una vida accidentada que se ha convertido en leyenda. De Robert Johnson (1911-1938), considerado el padre del blues, se ha dicho que aprendió a tocar la guitarra como alumno del mismísimo Diablo, con quien hizo un pacto en un polvoriento cruce de caminos. Murió muy joven tras apurar un trago de whiskey envenenado, que le había preparado con amoroso odio el dueño de un bar, después de enterarse de que Johnson se entendía mejor que él con su mujer…

Aunque Johnson apenas grabó 29 canciones, en un fonógrafo rudimentario y a cambio de unos pocos dólares, se ha convertido en una referencia fundamental de la música pop. Artistas como los Rolling Stones y Eric Clapton le tienen auténtica reverencia.

Lo que es más: la merece. En este blues melancólico, Love in vain, nos presenta una variante original de una situación eterna. Los amantes tienen que separarse, porque uno de los dos se va. Pero esta vez (contra lo habitual en estos casos) es ella la que ha hecho las maletas.

Aunque en los blues (como en el hip-hop) es frecuente que el hombre se presente como un gallo de pelea respondón, que presume de semental insaciable y camorrista de primera, aquí Johnson se doblega al sacrificio: acompaña a la muchacha hasta el tren, le lleva sus maletas, la ve partir y llora. Todo es claro y sencillo. Sólo al final hay un tropo, una metáfora (¡pero qué pedazo de imagen: the blue light was my blues / and the red light was my mind!).

Por supuesto, no sabemos por qué ella se va: y, para el caso, no importa. La anécdota sobra. Visto de otro modo, queda abierta a nuestra imaginación: ¿quizá es una mujer casada, como aquélla cuyo marido terminaría envenenando a Johnson? ¿Una mujer blanca, tal vez, o de clase social superior?

En cualquier caso, Johnson tiene el valor de colocarse en el lado débil de la relación, el que se queda en la estación viendo partir a la persona amada, congelado por la tristeza y abrasado por la rabia. La electricidad estática de la grabación recuerda el chispear de la lluvia, monótona e inconsolable.


jueves, 14 de junio de 2007

Bendito sea



Bendito sea el cabroncete de Minnesota, la madre que lo trajo y hasta los miramamolines que acaban de concederle el Premio Príncipe de Asturias. Con Dylan, resume Diego Manrique, las posibilidades del pop se abrieron: ningún tema ni técnica literaria fue en adelante tabú para los letristas. Se hizo posible (como pasa con tantas de Antonio Vega) emocionarte con una canción sin saber cómo ni de qué. Pero ésta de hoy no es del grupo hermético: como aquélla de los Pistones (Que el sol te dé / de lleno en la cara al amanecer), es una bendición tradicional con todas las de la ley. Ojalá que Dios siempre te bendiga y te guarde. / Ojalá que se cumplan tus menores deseos. / Ojalá que hagas siempre lo que puedas por otros / y les dejes hacer otro tanto por ti. La versión con The Band me trae el recuerdo de otro cabroncete; éste, amigo cercano (aunque no ejerce). Vaya por él y por todos los que me quieren, manquesea un poquito y casi a su pesar.



martes, 12 de junio de 2007

En la punta de la lengua


Metido por necesidad (y mala cabeza) a explicar conceptos como Arte y Literatura, acude en mi auxilio Rubén Darío. El arte, escribió, no es un conjunto de reglas, sino una armonía de caprichos. Qué profunda lección. Por supuesto, cabe objetar que eso mismo puede formularse como regla: Quien quiera escribir bien, armonice lo que quiere decir con la forma de decirlo. Pero la trampa es bastante obvia: ahí no se ofrece un método, sino que se exige un resultado (sea x armonioso...), sin aclararnos cómo llegar a él. A la pregunta, legítima, sobre cómo armonizar lo uno y lo otro no se puede responder con reglas, sino con ejemplos, casuística. El dulce lamentar de dos pastores. Hablar de la dulzura de los sonidos que describen ahí la dulzura (aleluya: el ul la...), de la calidad paradójica, agridulce, de ese dolor vertido en forma placentera. Ese lamentar que comienza con la dulzura líquida de un la (dan ganas de lamerlo) y concluye en ese tar agrio y explosivo. La sonoridad de la palabra reuniendo desde fuera del sentido, por otros medios, el sentido de la palabra en sí y del adjetivo en principio inconveniente que la acompaña. ¿Arte literaria? Eso. Un espectáculo multimedia en el que fonología, sintaxis y semántica se conjugan y conjuran en un mismo propósito. Decirlo todo —como si nada.

sábado, 9 de junio de 2007

En 5/4: Take Five & Light Flight


Pues eso. Me encantan las canciones compuestas en este compás, mezcla del ritmo binario habitual en las canciones pop y el ternario propio de valses y otras danzas. Creo que todos nos destetamos con Mediterráneo, de Serrat, extraordinaria a pesar de la sobreexposición que ha sufrido; pero el riff que abre esta canción parece tomado directamente de Take five (1959), del Dave Brubeck Quartet. Vamos con él.




Diez años después, Pentangle, banda legendaria del folk-rock inglés, grabó esta otra maravilla: Light Flight. En este caso el compás va cambiando, pero el saborcillo del 5/4 marca toda la pieza.

viernes, 8 de junio de 2007

Te la picas


Aquí lo dicen así. Nosotros, allá, decíamos que el infortunado se la ligaba (quizá, a veces, que se la pringaba o se la pochaba). La idea es siempre la misma, como sacada de alguno de esos manuales antañones sobre el origen de la tragedia griega. Para que haya juego, un actor debe separarse del coro y enfrentarse dialécticamente a él. La pérdida del uno es la ganancia del otro. En un instante, todos tus amigos han dejado de serlo y traman tu ruina: se mueven para escapar de ti, te citan y burlan como al toro, intentan alejarte del Eje del Universo (la Casa) para llegar allí a hurtadillas, sin que puedas evitarlo, y salvarse (es decir, condenarte durante una partida más). Convertido en un farmakós, un enemigo público, sólo podrás dejar de serlo cuando le traspases el cargo (tal enfermedad infecciosa) a alguno de los jugadores. Si el que se la pica es torpe (y nadie, rompiendo la solidaridad del coro, se compadece de su sufrimiento), puede seguir en su rol toda la mañana o tarde, cada vez más cabreado y mustio. El juego sólo es divertido si el toro puede vestirse, en la siguiente, de traje de luces.

jueves, 7 de junio de 2007

miércoles, 6 de junio de 2007

The High Llamas


El legado de Brian Wilson no es fácil de asimilar. The High Llamas es, que yo sepa, el único grupo actual que ha intentado con éxito llevar el sonido de Smile un punto más allá, asimilando su riqueza armónica y orquestal y añadiendo elementos de la bossa nova y otras músicas sutiles. Digámoslo: en las canciones del discípulo, Sean O'Hagan, falta la fragilidad que vuelve entrañable el material de Wilson —pero su manierismo está dotado de una elegancia deliciosa (¡ese wah-wah, ese banjo!). Un par de muestras y ustedes, si placen, me cuentan.





martes, 5 de junio de 2007

Novela familiar


Llevaba tiempo sin escribir, y ayer cayó este granizo. Allá va. Gracias muy especiales a Drix por mantener la ventana siempre abierta (¡y ya van años!).


Mi infancia fue cayéndose a pedazos.
Yo los sostengo. Y ellos a mí.


*

Tus manos son inmensas, mi corazón pequeño;
y siento sin embargo que desbordo tus manos.


*


Mi hermano siempre lleva dinero en los bolsillos.
Le busco ahora en ellos
y encuentro entre pelusas
este agujero.


*

Y mi padre, que no cocinaba,
buscaba la receta de un pan incorruptible.

*


No cabían.
Mis secretos se hicieron mayores
y acabaron echándonos del cuarto.


*


Aventuro mi mano en la noche
y la baña un aliento cercano,
una lengua de lija. Es el gato,
familiar en la muerte. Mi gato.

*

Los amigos que vienen a verme
no saludan a nadie. Nos une
lo que no estaba escrito: el momento.

*

En la huella (imposible)
mis dedos tocan mis dedos.

*

No tengas miedo.
Sólo vendrá cuando pienses en él
—y se pondrá donde no puedas verlo.

*

El agua que se escapa de la herida,
un segundo más cerca de volver a ser lluvia.

*

En brazos de mi padre
como un cuchillo clavado en el árbol.

*

No te fuiste. Un amor por abrir,
caducado,
y una puerta que espera escapar
(morirá si lo logra)
del marco.

lunes, 4 de junio de 2007

Magical Misery Tour


En su carrera en solitario John Lennon se inclinó por escribir canciones en primera persona, desde el punto de vista más descarnado y (al menos en apariencia) sincero que pudo. El enfoque hizo posibles canciones brillantes y otras que no lo son tanto —en todo caso, se prestaba a una parodia implacable, y hubo quien supo hacerla. Magical Misery Tour es obra de The National Lampoon, un grupo de cómicos estadounidenses, que publicó un LP en 1972. Christopher Cerf compuso la música en el más puro estilo de The Plastic Ono Band: bajo, piano y batería, todos en pleno ataque de nervios, con guiños a Mother y God, y Tony Hendra se encarga de la letra: algunas de las declaraciones más hirientes que Lennon hizo, tal cual, durante una entrevista concedida a la revista Rolling Stone en 1970, entonadas y chilladas según los dogmas de la santa Iglesia del grito primario.

(Para escuchar la canción: aquí).


Magical Misery Tour

I resent performing for you fuckers!
Tell me, what do you know?
A lot of faggot middle-class kids
Wearing long hair and trendy clothes.
Look, I'm not your fucking parents
And I'm sick of uptight hippies coming knocking at me door
With a fucking peace symbol
Get this, got that I don't owe you fuckers anything.
And all I've got to say is "Fuck you!"

The sky is blue.

And Mick Jagger
I think that Mick's a joke with all his stupid faggot dancing
I always did.
Wiggling his ass, you know, its just a lot of bullshit.
And where does he come off saying all those tarty things about the Beatles?
When every fucking thing we ever did Mick tried to copy
and you know we even wrote his second fucking record for him
No, the Stones, aren't the same in class as the Beatles,
either music-wise or power-wise; they never ever were.

Pardon me, sir.

Paul said he hated Yoko
Tell me, why should Yoko have to take that kind of shit -
shit from those fucking sons of bitches?
George said she gave off evil vibes
I should have beat the fucking shit right out of him,
him with his fucking Hari Krishnas.

Me Auntie she tore up me fucking poems
She just threw the bastards out.
I can't forgive her 'cause she didn't treat me like a fucking genius.
Look, you bastards, I'm a genius!
Like Shakespeare and Beethoven and Van Gogh.
Don't you DARE criticize my work!
"Don't Worry Kyoko" is one of the fucking BEST rock and roll records ever made!
I'm a fucking artist!
I'm sensitive as shit!
I throw up before I go on stage!
I could make a guitar SPEAK!
If I could be a fisherman, I would, But I CAN'T because I'm a FUCKING GENIUS!
I was the Walrus - Paul wasn't the Walrus!
I was just saying that to be nice, but I was actually the Walrus!
You know that rubbish he's been singing?
EASTMAN WAS AN ANIMAL! A FUCKING STUPID MIDDLE-CLASS PIG!
I WON'T LET FUCKING ANIMALS LIKE THAT NEAR ME!
Yoko is a supreme intellectual!
I'll tell you why nobody likes her music
because she's a woman, and she's Oriental, that's why!

Where are you, Mother?
They're trying to crucify me!

Genius is pain,
Genius is pain,
Genius is pain,
Genius is PAIN!!
YOKO!!!! MOTHER!!!!
{Fade out on howling and gutteral screaming)

The dleam is over.

domingo, 3 de junio de 2007

El mago vago


Los Beatles llevan naturalmente a Brian Wilson, y viceversa. La vejez de Wilson está siendo uno de los fenómenos más conmovedores e instructivos del siglo. De regreso de las tierras de la locura (y no del lado romántico, arrebatador, de la misma, sino del que te ata y te hunde: inhibiciones, depresión, inseguridad), su inmenso talento ha movilizado a un grupo selecto de músicos jóvenes que llevan a Wilson más y más allá, hacia sí mismo y el público. Terapia y creación son pareja peligrosa, pero apasionada. A sus muchos años, Wilson ha logrado finalizar Smile, la obra maestra que los fariseos le tiraron por tierra en los sesenta, y mantiene vivo el repertorio magistral de Pet Sounds. Como todas las grandes canciones, God only knows (quizá la mayor de las suyas) no hace sino crecer, movilizando a los músicos que saben tocarla como es debido (qué diferentes estas versiones a las a menudo casi paródicas de los Beach Boys en vivo, aunque contaran con la voz excepcional de Carl Wilson). En el centro de la orquesta irreprochable, falible y genial, está Brian Wilson, que en cualquier momento puede olvidarse de la letra o caer de espaldas. Pero no cae —aunque lo hiciera, el cariño de todos no tardaría en levantarlo, como un muelle risueño.


sábado, 2 de junio de 2007

Getting Better


El tiempo y el fuego, críticos severos, se vuelven después como abuelos mimosos con las pocas obras de arte que perdonan. No es sólo Gardel: Manrique, Garcilaso y los Beatles suenan cada vez mejor. Lejos de quedar anclados a sus épocas, son el espíritu vivo de las mismas, lo que éstas puedan tener de actuales, presentes.

Sería decepcionante que un fan de los Beatles corroborara la opinión general de que el Sargento Pimienta fue su obra cumbre. De un entendido se espera que, siguiendo la estela de los propios Beatles, prefiera la solidez primaveral de Revolver, la grandeza casi postrera de Abbey Road o la dispersión genial del Álbum Blanco.

Sgt. Pepper, es cierto, tiene algo de premeditado, esforzado: una obra de arte, pero también, en mayor medida que otras suyas, de marketing. El intento, por ejemplo, de venderlo como álbum conceptual choca con la evidencia de que si hay un concepto global, tiene aquí más que ver con el envoltorio que con el contenido. Las canciones son un muestrario de intereses y logros diversos, y el concepto se resume, en todo caso, en que una feria amena bien puede albergar casetas así de diferentes. (Si, ya puestos, hubieran traído también Strawberry Fields, Penny Lane, The Fool on the Hill y I am the Walrus, la nota del espectáculo habría subido varios enteros.)

Con todo, son menudencias. Abunda el material de primera, y las canciones menos notorias, que no suelen aparecer en los recopilatorios, acaban siendo, por menos traídas y llevadas, las de escucha más refrescante: Good Morning, Good Morning. ¡Fixing a Hole!