miércoles, 2 de mayo de 2007

Los colores de mis botas


En un documental sobre el disco Sergeant Pepper, de los Beatles, contaba Phil Collins que los discos «conceptuales», tan denostados desde el 77, nacieron de la tentativa de llevarte a un determinado lugar a pasar algo más que unos minutos: toda una velada en la que pudieras sentirte, en vez de turista relámpago, explorador pausado de aquel espacio.

Pocos discos cumplen tan bien esa premisa como Un día en el parque, de Finis Africae (Grabaciones Accidentales, 1985). Cada disco de este grupo inclasificable se planteó como una expedición. En este caso, se trataba de capturar la magia del parque del Retiro, de Madrid. Como escribió Diego Manrique, lo que el disco nos ofrece es «el Retiro, retratado en diez polaroids sonoras, grabaciones de campo o sensaciones destiladas posteriormente en un magnetofón semiprofesional». Juan Alberto Arteche, líder de la formación, se explica en términos similares:
“Un día en el parque” es el segundo viaje iniciático del Finis Africae. Un viaje cercano, pués tan solo distaba 3 manzanas desde donde se grabó. Está dedicado a el famoso parque de El Retiro de Madrid, donde Arteche ha pasado gran parte de su vida junto a maravillosos recuerdos desde la niñez, donde cambiaba cromos con Pirulo, desde la casa de fieras o desde el Palacio de cristal, habían pasado noches de música y magia. Es toda una experiencia volver a escuchar este disco lleno de los rincones más entrañables del pulmón histórico de la ciudad.
Como las sensaciones del parque, las músicas del disco son muy variadas. Hay ecos de la música planeadora a lo Tangerine Dream (Doble reflejo de la luna en el agua), pero también esencias infrecuentísimas del Alfanhuí de Ferlosio, música de muñecos y guiñoles que sin embargo han leído a Marx (Alguien gritó a los pobres más pobres del mundo que se unieran —y los pobres más pobres del mundo se unieron para tocar el bombo). Mucho, claro, de eso que terminó deglutido como New Age, pero aquí sigue siendo más bien buena música de los 70, desprendiéndose para avanzar de sus galas más sospechosas.

La mirada de todo el disco es la de un niño. Quizá se note sobre todo en este tema: si no mal recuerdo, la canción la inventó la hija del propio Arteche, y éste la grabó en el terreno, saltando con sus amigas a la comba —y después le dio oportunas vueltas de tuerca en el estudio, con Javier Bergia, Luis Delgado y los otros cofrades. Caja de ritmos, sintetizador y armónica dan la señal de salida a este imposible tecno-pop infantil.

Rojo, amarillo, verde
son los colores de mis botas
Rosa, naranja, blanco
es el color de mi jersey.


2 comentarios:

X dijo...

No cococía el grupo.
En principio he de decir que la portada me ha sorprendido gratamente, me retrotrae a ciertos grupos ingleses de los setenta (rollo más folk quizás). El tema en cuestión también me ha sorprendido, no me lo esperaba.

Al59 dijo...

Es un disco muy variado. Hay temas más cercanos a la estética que sugiere la portada. Creo que el disco está descatalogadísimo, pero la mula mágica hace milagros.