viernes, 23 de marzo de 2007

Alfa y Omega


Repasando a nuestros modernistas, le he echado de menos. Es una pena que no le dedicara a la diosa algunos versos (o que yo no haya sabido encontrarlos). Como sigue siendo un autor vagamente impuro, vaya por delante que escribió más poemas olvidables que su hermano y pagó caro salvar la vida. Nada de eso le resta a valor a sus aciertos, que son imprescindibles. Este comienzo:

Un niño es una fiera... Y yo era niño el día
en que me hicieron la primer fotografía.

(Grifo tiene la última palabra, pero yo juraría que esto hay que leerlo como en que me hicieron lá / primer fotografía, con licencia muy rubeniana.)

Y este soneto, juguete gravísimo, casi tan posmoderno como Borges o de Cuenca:

Cabe la vida entera en un soneto
empezado con lánguido descuido,
y, apenas iniciado, ha transcurrido
la infancia, imagen del primer cuarteto.

Llega la juventud con el secreto
de la vida, que pasa inadvertido,
y que se va también, que ya se ha ido,
antes de entrar en el primer terceto.

Maduros, a mirar a ayer tornamos
añorantes y, ansiosos, a mañana,
y así el primer terceto malgastamos.

Y cuando en el terceto último entramos,
es para ver con experiencia vana
que se acaba el soneto... Y que nos vamos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es cierto que no es su hermano, pero tienes razón, tiene sus cosas.