lunes, 18 de septiembre de 2006

Lanzarote y el orgulloso


No hay muchos romances artúricos, pero los pocos que hay son bien curiosos. El que traigo hoy es célebre porque Cervantes cita los primeros versos en el Quijote, daquesta bella manera:

todos le tuvieron por loco, y por averiguarlo más y ver qué género de locura era el suyo, le tornó a preguntar Vivaldo qué quería decir caballeros andantes.
—¿No han vuestras mercedes leído, respondió Don Quijote, los anales e historias de Inglaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rey Artús, de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña, que este rey no murió, sino que por arte de encantamiento se convirtió en cuervo, y que andando los tiempos ha de volver a reinar y a cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo a este haya ningún inglés muerto cuervo alguno? Pues en tiempo de este buen rey fue instituida aquella famosa orden de caballería de los caballeros de la Tabla Redonda, y pasaron sin faltar un punto los amores que allí se cuentan de Don Lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siendo medianera dellos y sabidora aquella tan honrada dueña Quitañona, de donde nació aquel famoso romance, y tan decantado en nuestra España de:

Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido,
como lo fue Lanzarote
cuando de Bretaña vino;

con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes fechos. Pues desde entonces, de mano en mano fue aquella orden de caballería extendiéndose y dilatándose por muchas y diversas partes del mundo; y en ella fueron famosos y conocidos por sus fechos el valiente Amadís de Gaula con todos sus hijos y nietos hasta la quinta generación, y el valeroso Felixmarte de Hircania, y el nunca como se debe alabado Tirante el Blanco, y casi que en nuestros días vimos y comunicamos y oímos al invencible y valeroso caballero don Belianís de Grecia. Esto, pues, señores, es ser caballero andante, y la que he dicho es la orden de su caballería, en la cual, como otra vez he dicho, yo, aunque pecador, he hecho profesión, y lo mismo que profesaron los caballeros referidos, profeso yo; y así me voy por estas soledades y despoblados buscando las aventuras, con ánimo deliberado de ofrecer mi brazo y mi persona a la más peligrosa que la suerte me depare, en ayuda de los flacos y menesterosos.

El romance completo, próximo a El caballero de la carreta de Chrétien de Troyes en el planteamiento, dice ansí:

Lanzarote y el orgulloso

Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido

como fuera Lanzarote
cuando de Bretaña vino,

que dueñas curaban de él,
doncellas del su rocino.

Esa dueña Quintañona,
ésa le escanciaba el vino,

la linda reina Ginebra
se lo acostaba consigo;

y estando al mejor sabor,
que sueño no había dormido,

la reina toda turbada
un pleito ha conmovido:

—Lanzarote, Lanzarote,
si antes hubieras venido,

no hablara el Orgulloso
las palabras que había dicho,

que a pesar de vos, señor,
se acostaría conmigo.

Ya se arma Lanzarote
de gran pesar conmovido,

despídese de su amiga,
pregunta por el camino.

Topó con el Orgulloso
debajo de un verde pino,

combátense de las lanzas,
a las hachas han venido.

Ya desmaya el Orgulloso,
ya cae en tierra tendido.

Cortárale la cabeza,
sin hacer ningún partido ;

vuélvese para su amiga,
donde fue bien recibido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que me cuentas de lanzarote gjhpe@hotmail.com