martes, 30 de mayo de 2006

Julia



Un día llegué a clase y me tocó echarle la bronca a un chaval. Había cambiado el orden de las teclas de su ordenador para formar la palabra Julia. Julia se sentaba en la mesa de enfrente. Era su prima. Linda. La copla es popular morala.


Eres mi prima y me pesa
el haberte conocido;

ojalá no fueras nada
para casarme contigo.

No puede ser. Por eso la deseas,
con una intensidad tan dolorosa
como la sangre negra de la rosa
que impávida olfatea el barrendero.
Sabrá siempre ignorar el verdadero
valor de tus señales: las comprende
sin tiempo que perder, como desprende
la ropa que no es digna ya del cuerpo.
¿Tragedia? Puede ser. No va con ella
romper el protocolo que hace mella
en tu sentir romántico. La pierdes
en el momento en que sus ojos verdes
te miran y te ven: tan conocido
que no haces falta más. Ningún olvido
rescatará de ti ronchas de fuego.
Inútil como tímido es tu ruego:
en paz consigo misma, ella no escucha
la cháchara imposible de tu lucha.
La sueñas. No la ves. Está despierta.
Todo está claro en su pupila muerta.

2 comentarios:

nube de colores dijo...

Bonita anécdota.

Anónimo dijo...

Incómoda, turbadora situación: ni lo bastante lejos ni lo suficientemente cerca. Gran verdad ese Sabrá siempre ignorar...

Un saludo.