jueves, 2 de marzo de 2006

Las aventuras de Tom Bombadil


Pero también están los alegrones, como éste de abrir el correo y encontrarme algunos ejemplares de Las aventuras de Tom Bombadil, del viejo profesor Tolkien. Segunda edición (aunque dice reimpresión), de febrero del 2006, con casi todos los errores de la primera felizmente corregidos.

Todo en este libro es peculiar. El título sugiere una colección de cuentos sobre este personaje inolvidable (aunque los guionistas de la versión cinematográfica lo olvidaron a base de bien). En realidad, es una colección de poemas que podrían haber circulado por la Comarca a finales de la Tercera Edad. Sólo el primero (que da título al libro) y el segundo (El paseo en bote de Tom Bombadil) son directamente bombadilescos, aunque hay ecos del Bosque Viejo en otros, como El troll de piedra (donde aparece un Tom poco despierto que podría ser o no Bombadil).

El lector de El señor de los anillos reconocerá un par de poemas, recogidos en el texto de la novela: la canción bovina que Frodo entona en Bree y la rima que Sam dedica a los olifantes de Harad, que en esta nueva traducción viene a sonar así:

OLIFANTE

Tan gris como un ratón,
enorme cual mansión,
la nariz de culebra,
mi pie la tierra quiebra.
Si avanzo por el pasto,
los árboles aplasto.
Con cuernos por caninos,
por sureños caminos
llevo mis orejotas.
Desde épocas remotas
yo camino sin rumbo
pero nunca me tumbo,
ni aun agonizante.
Yo soy el Olifante,
y entre todos resalto,
tan grande, viejo y alto.
Si logras encontrarme,
no podrás olvidarme.
Y aunque si no me has visto
no admitirás que existo,
soy el viejo Olifante:
la verdad ambulante.

Tres cosas vuelven peculiar el libro: se trata de una traducción en verso (lo que antaño, por razonable, fue corriente, pero hoy es excepcional); nació como un juego de amigos admiradores del maestro (es pues, como quería Nietzsche, algo que acaba en libro pero empieza siendo otra cosa: pura urgencia placentera) y es un empeño colectivo, en el que han colaborado muchos autores, coordinados por el Departamento de Traducción Irreverente de la Universidad Autónoma de Númenor.

Siendo juez y parte (aunque parte pequeña: sólo metí mi cuchara en cinco de los dieciséis textos), espero con interés el juicio de la crítica imparcial sobre los logros y fracasos de la traducción; pero me atrevo al menos a decir algo sobre el tema de la autoría, que puede parecer el punto más débil.

Multitud de traductores significa, sin duda, disparidad de criterios y estéticas, aunque dentro de los límites de una apuesta bien determinada (procurar hasta lo imposible que el poema no sólo diga, sino haga en castellano lo que logra en inglés).

Lo irónico es que, tal como Tolkien nos presenta el libro, se trata precisamente de eso: no estamos ante la obra de un autor lírico, sino ante toda una escuela poética, una tradición que explora en diferentes direcciones (a veces subversivas) el imaginario hobbit. Visto a toro pasado, la comunidad bulliciosa que gestó la traducción (la lista de correo Tolkien) viene a constituirse en correlato de aquel otro grupo de amigos (Bilbo, Frodo, Sam...) del que supuestamente proceden, si no todos los textos, sí las pautas que marcan su unidad. Lo que leemos en inglés no es, por otra parte, según el mismo Tolkien, sino la versión aproximada y traidora de lo que los hobbits cantaron en su lengua perdida: así que tanto el libro inglés como su traducción española constituyen dos juegos de variaciones enigma, a lo Elgar, cuyo tema original no conoceremos nunca.

La edición española, bilingüe, nos ofrece los dos en un solo volumen, así como las ilustraciones memorables de Pauline Baynes. Es un libro menor dentro de la obra de Tolkien, pero (dejando aparte algún descuido editorial ya subsanado) elaborado con mimo. La editorial hará poco dinero con él, y los traductores, ninguno. Nadie me impide pensar, sin embargo, que el maestro hubiera leído el texto chistando una vez y otra ante cada matiz, musical y de sentido, sacrificado o postizo, pero complacido y cómplice con su rumor de fondo.

7 comentarios:

j. dijo...

Nada, esto en realidad no tiene que ver con el tema del post... sólo preguntar si puedo enlazarle desde mi local. Me gusta mucho de lo que habla aquí (aprendo montón cosas nuevas, a veces inimaginadas), y creo que puede interesar a la gente que se pase por lo mío (aunque por allí la cosa pueda ir más por derroteros digamos técnicos, de dibujante a dibujante).

Un saludo!

Al59 dijo...

Javi: Me encantaría. Como verás, yo he hecho otro tanto sin consultar: estoy seguro de que a muchos de los que por aquí paran les va a maravillar El desierto de Juan Tengo (http://eldesiertodejuantengo.blogspot.com/).

Anónimo dijo...

Enhorabuena, tron!

Lo vi el otro día en una librería y una absurda autopromesa me impidió adquirirlo (la autopromesa de no volver a comprar libros en una temporadita larga). Lo bueno de las promesas, propias o ajenas, es que se rompen con facilidad pasmosa.


Recuerdo aún quién me dejó por primera vez la versión original del libro

Besos y abrazos.


Hobbes

Eleder dijo...

Creo que la tendencia de ver una dirección de blogspot y correr a leerla empieza a ser enfermiza en algunos de nosotros :D

Pero cuando el blog en concreto es de alguien como tú, creo que la reacción es, al menos, bastante justificada. ¡Gracias por el enlace, y por el post! :) Si no te importa, lo enlazaré :)

Al59 dijo...

Hobbes: rara vez pasa esto, pero la edición española es más bonita (aún) que aquella de la Unwin Papebacks (con un fantástico dragón verde en la portada; por si alguien tiene curiosidad, la he subido a la Red): http://photos1.blogger.com/
blogger/1252/1962/400/Dragon.jpg

Al59 dijo...

Eleder: me siento honrado por la visita, y felicísimo por esta criatura que nos traemos entre manos. El enlace es bienvenido —y se agradece.

j. dijo...

¡Gracias pues! Ahora mismo lo enlazo. :)

Un saludo.