lunes, 20 de marzo de 2006

El reino de los ciegos


LA CANCIÓN DEL SOMBRERERO LOCO
[METAMORFO]

Aquéllos que buscáis la primavera,
¿cómo no ibais a hallar satisfacción
si es hora de razones enigmáticas
en este país de los ciegos?

Por una simple broma del destino
seguro es que mientras
la mano amada te suelta,
intentas agarrar su estela
y encuentras la realidad.

Mas haz lo que quieras, haz lo que quieras,
haz lo que quieras, haz lo que quieras,
haz lo que quieras, haz lo que puedas,
haz lo que puedas, vive hasta que mueras,
pobre hombrecillo mío
—pues Jesús no volverá a tender su mano.

Pero en el sur son muchos
los árboles que se agitan;
¿moverían esos dedos
de almizcle tu dolor?
En el cálido sur,
las flores perdidas
florecen de nuevo.

Y si llorases,
sabes que llenarías un lago de lágrimas,
y, con todo, no harías que volviesen los años
que llevas preso de la ciudad.

El Sombrerero Loco está en mi mente.

Es tan triste, tan triste
ver cómo creció,
esa otra gente que conocía
ha caído o vacila.

El Sombrerero Loco está en mi mente
—y tienes que ver claro alguna vez.

Prometeo, el niño problemático,
aún hace malabares con sus sesos,
da sus visiones de leopardo cojo
al que es avaro en sus venas.

En la fábrica en ruinas
el alma normal está loca
mientras él coloca el cielo
bajo sus talones
y olvida las lecciones del dolor.

Pero yo soy el arquero,
el que ama la risa,
y mío es el vuelo de la flecha.
Soy el arquero, y mis ojos
añoran la visión inmaculada
que nace de las aguas negras
de las hijas de la noche,
que baila sin movimiento
después de la clara luz.

Oh, Destino, te lo imploro,
sé gentil en la ruidosa
y rodante carroza del tiempo.
Enganchado por el corazón
al sedal del rey pescador,
pondré mi único ojo
en las costas de los ciegos.



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