martes, 21 de febrero de 2006

Verde que te quiero verde

(Fortuny: para Meló, de Grifo; gracias a ambos)

...verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las hurís del profeta.

(GAB)

Luz esmeralda,
dientes de sable;
diosa del tiempo
de lo improbable.

Potocki pudo entrar aquí, buscando esa luz mentolada que conserva su frescor en cualquier trance, incluso diluida en un chorro de oro ardiente. Ese verde buscado, casi alquímico, tiene más de vitriolo que de bosque. Es vegetación escasa y ansiada, espejismo de metales, cristales y piedras que añoran y evocan una savia imposible. Una religión del Verde, esperado y ausente. Inmenso Cansinos-Asséns...



No debemos dejar de mencionar entre la humanidad mítica de Las mil y una noches tres entidades misteriosas, de abolengo claramente hebraico, como que proceden de la leyenda talmúdica del gran rey Salomón; nos referimos a esos tres schiuj o ancianos que se llaman, respectivamente, Scheiju-l-Bahr, Scheiju-t-Tiyar y Scheiju-l-Jizr, o sea, el Anciano del Mar, el Anciano de los Pájaros y el Anciano el Verde, pasibles los tres de sentido mítico.

Los tres se relacionan, como decimos, con la leyenda de Salomón, del que vienen a ser como lugartenientes o vicarios en lo atañadero al buen gobierno de los mundos oceánico, aéreo y botánico, respectivamente, que, como el plutónico, estaban bajo la dependencia del sabio monarca hebreo.

(...) El más detalladamente descrito de esos tres schiuj es el scheij Hasán AlJizr, o sea el Bello, el Verde, virrey de Salomón para el mundo de la Botánica.

Es este un bello anciano, cuyo fresco rostro desmiente la leyenda senil de sus largas barbas blancas; se toca con un gran turbante y viste un manto verde, de donde le viene su apodo o mote de el Verde.

Este fantástico personaje, que unos confunden con San Jorge y otros identifican con Horus, el hijo de Osiris, es, según algunos, una evemerización de un personaje histórico que vivió en el siglo VI antes de nuestra era y fue visir del rey persa Kaikobad, fundador de la dinastía que de su nombre se llamó Kayanil o Kayaniense.

Kaikobad o Kobad el Grande (Kai) fue el libertador del Irán, invadido por los turianos, y ha dejado por ello en la historia de Persia un recuerdo legendario, que alcanza a su visir.

Pero sea como fuere, la figura de AlJizr nos llega ya mitificada, y hemos de relacionarla más bien con esas otras personalidades míticas que hemos señalado y que simbolizan estados o aspectos de la Naturaleza.

A Hasán, el Verde, le corresponde el dominio del sector vegetal, así como al Scheiju-l-Bahr, el ecuóreo.

Así lo da a entender el color verde de su manto, como teñido en la clorofila de las plantas, y que es el manto mismo, la túnica esmeraldina que ondea sobre los hombros leves de la Primavera, y su blanco turbante, como hecho de tibia nieve de almendro.

El scheij Hasán, el Verde, es, si no la misma Primavera, por lo menos su heraldo o su gran visir y agente principal, el que nutre de savia a los árboles y pinta de verde las hojas de sus ramas y riega el césped de prados y jardines de ese color amaranto que alegra el alma del hombre y brinda reposo a su vista cansada.

El color verde fue siempre grato a los hombres y sugestivo de jocundas imágenes. Verde es el color de la juventud en los frutos y también en los seres, a los que simbólicamente se les atribuye ese color de fruto temprano. Verde se dice del viejo que ha conservado su frescura y vigor juveniles.

Hay, por cierto, en ese color un misterio letífico que encierra una alusión a la eterna renovación y eternidad de las cosas y los seres; en la resurrección primaveral de la Naturaleza intuye inconscientemente el hombre una promesa de eterna, fresca vida.

De ahí que Mahoma eligiese el color verde para el estandarte de la nueva fe en sus luchas con los infieles y que sea verde el turbante con que se ciñen la frente los peregrinos que vuelven de la Meca.

En el simbolismo universal de los colores el verde tuvo siempre esa connotación fausta; ya entre los griegos el verde amaranto era emblema de inmortalidad, y en el verdecer anual de la tierra veían aquellos hombres el mismo jocundo misterio que en el anual cambiar de piel de las serpientes, que, a fuer de hijas de la tierra, son de color verdoso, si no verde.

Puede pensarse cómo se realizaría la jocundidad de ese color para los árabes, habitantes de países tórridos y desérticos, en los que la mancha verde de un oasis anunciaba de lejos la presencia del agua y de la sombra, igualmente anheladas; con qué ansias correrían hacia esa mancha verde y con qué apasionado tropismo fijarían en ella sus ojos.

Tan fuerte emoción sentían esos nómadas a la vista del verde de los campos, que hubieron de crear esa figura mítica de Hasán, el Verde, de ese scheij bello y jovial, en el que vincularon todas las alegres sugestiones del color de su manto y lo hicieron símbolo antropomórfico de la Primavera.

¡Una primavera masculina! Así había de ser, tratándose de unos hombres de mentalidad y hábitos imperialistas, guerreros por naturaleza y por necesidad.

Todo lo concebían con arreglo al patrón civil y, además, profesaban una fe exclusivamente de hombres, en la que apenas tienen parte las mujeres, siempre más o menos impuras, siempre débiles y flojas.

El severo decoro del Islam imponía que fuera un personaje masculino y no una mujer-diosa, como la Flora de los romanos, el que cargase en sus hombros el estandarte verde de la Primavera, que es, al mismo tiempo, el de la Fe.

Hasán, el Verde, tiene a su cargo, en esa mitología arábiga, el mismo papel y desempeña las mismas funciones que Flora y Pomona en la occidental; es el rey, por no decir el dios, de lo verde, el que vierte sobre los campos cada año el cuerno de la abundancia clorofílica y da de beber a la tierra la copa de juventud, el elixir de vida que la regenera y remoza.

Hasán, el Verde, cuando llega la época vernal, anda muy atareado con los deberes de su floreal ministerio; ya de acá para allá, de uno a otro país, repartiendo sus dones, controlando la marcha de la germinación, dando toquecitos de verde a ese arbolito pálido, enderezando esa ramilla que se tuerce, avisando a los pájaros emigrantes y a todos los seres de la Naturaleza que ya la primavera es venida o está al llegar, e invitándolos a todos al alegre convite vernal.

Pero tampoco en invierno descansa del todo ese buen viejo verde, pues cuando da de lado a sus funciones de jardinero tiene aún otras cosas que hacer y que caen dentro del orden de su condición servicial; de mensajero de la primavera el scheij Hasán extiende su misión a mensajero universal de toda buena nueva, relacionada con el simbolismo de su verde color.

Hasán, el Verde, es el correo anunciador de las gracias divinas, y en este sentido viene a ser como un arcángel, una entidad aérea, una antropomorfización de la nube mensajera, del poema de símbolos, un sincretismo en virtud de Kalidasa; hay ahí una inferencia del cual el numen de los jardines y prados es también el agente atmosférico que contribuye a su verdor y lozanía. Flora y Nefele en una pieza.

Hasán es, desde luego, una entidad atmosférica; su modo de locomoción es aéreo, aviónico, y así volando se traslada el activo viajero de un lugar a otro con la rapidez necesaria para lograr la cuasi ubicuidad y llegar a todas partes en la fecha precisa.

Pero aquí interviene otra inferencia de origen talmúdico, a la que sirve de nexo esa condición aviónica de Hasán, el Verde; este resulta identificado con el profeta bíblico Elías, el que, por gracia de Jehová, fue arrebatado a los cielos sobre su manto desplegado y no volverá a bajar a la tierra sino al final de los tiempos, es decir, al advenimiento del Mesías.

Hasán, el Verde, asume en el Islam la misma significación que Elías o Eliahu el profeta en las leyendas talmúdicas; es el viajero siempre deseado y esperado, portador de una buena nueva, para el que la noche última de la Pascua deja abierta la puerta el judío por si acaso llegara. Y no se olvide que la Pascua hebrea de Pesah se celebra en las vísperas vernales, bajo el signo zodiacal del Cordero, que en ella místicamente se inmola, quizá como en supervivencia de inmemorial rito totémico.

El profeta Eliahu viene, pues, a ser, en ese sentido, un mensajero de la Primavera, lo mismo que Hasán, el Verde, aunque, como este, lo sea también de toda nueva fausta, jocunda, y de él esperen, sobre todo los dolientes hebreos de la diáspora, el anuncio del milenariamente esperado Mesías, que ha de vestir de verde sus tristes corazones.

Hasán, el Verde, y el profeta Eliahu son la misma persona, y así identificados los dan los Diccionarios árabes más prestigiosos, como los de Golio y Wahrmund, por no hablar del casi inhallable Kamús; uno y otro son entidades benévolas y benéficas que van de acá para allá prodigando mercedes a los hombres, y tienen todavía de común su manera inopinada de presentarse, cuando menos se le espera, al modo de esa primavera que siempre nos sorprende y nos coge de nuevas, por mucho que la hayamos llamado y esperado y acechado con los ojos atentos, pues ya se sabe que su milagro se opera en una noche, cuando todos duermen y descansan, menos los pastores (que en eso son los primeros en verla llegar), y que, al abrir los ojos a la nueva luz, más cromática y cálida, y mirar al jardín, allí se la encuentran corriendo puerilmente sobre el verde y no saben cómo vino.

Símbolo de esa dicha que se nos da sin merecerla, la Primavera es un misterio teológico.


(Rafael Cansinos-Asséns, introducción a Las mil y una noches)

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Saludos, Al59, Meló y El pesi, que habéis tenido el buen gusto de recordar a Fortuny. La foto no hace justicia a la calidad que pueda tener la obra (no la he visto al natural). Se observa cierta crudeza en los colores, que parece obra del fotógrafo. Lo que más me gusta ahí es el tratamiento del espacio (como en su famosa 'Vicaría'). Mezcla de exterior/interior, este patio nos conduce, a través de unos arcos oscuros, hasta otro espacio, de fuera y de dentro, jardín reservado, que brilla como una esmeralda en el centro mismo de la composición ('Luz esmeralda / dientes de sable'..., los versos de Al59 le hacen mejor justicia que la foto). Sus personajes, sentados, o tirados, en el suelo, agrandan los volúmenes (buscad su 'Café de las golondrinas', con un moro travestido, bigotudo, sirviendo a otros, que parecen tomárselo a chirigota; y una hilera de golondrinas posadas en una cuerda festoneando la escena).
Y ya, si queréis que vuestros ojos miren y repasen, id a la dirección :
http://www.rci.rutgers.edu/~susanmm/odalisque.htm
Se trata de una de sus Odaliscas. La mejor (no creo posible superarla). La cara, de perfil, ha tenido que ser pintada del natural, de alguna belleza de tres dimensiones. De lo contrario, se podría tener la gallina de los huevos de oro. Caras así sólo las produce la Evolución (o el Diseño Inteligente). Es como una aparición de la cándida Eréndira en un momento en que su increíble abuela se marcha y nos deja solos ante el espectáculo.
Saludos.

Grifo

Anónimo dijo...

Sr. Al59, parece que los blog más de "letras" tienen una última querencia a ese mundo oriental tamizado de eurocentrismo que, de puro decadente, no deja de encender nostalgias en los accidentales cultos, como contraste al verdadero mundo oriental no ya exótico, sino inculto y bárbaro actual. Véase el blog de Azúa.
Es una lástima que la reproducción de Fortuny no haga justicia a un pintor de una técnica impresionante, pero al servicio de una mentalidad algo trasnochada. Un saludo.

Anónimo dijo...

Seguramente lo conocen ya, pero en todo caso permítanme recordarles/presentarles a Jean Leon Gerome, quién pintó también ese oriente que quizá sólo existiera en la mente de los pre-antropólogos europeos. (O antropólogos pre-postmodernos, si me permiten).

Anónimo dijo...

Por cierto, espero que detrás de una frase del tipo "...como contraste al verdadero mundo oriental no ya exótico, sino inculto y bárbaro actual." haya razones de peso y un sólido análisis de la situación del mundo oriental. Estoy tan acostumbrado a oir refritos de lo que nos sueltan los medios de comunicación obtuso-occidentales (lo escribo junto pero son cosas separadas, claro) sobre los bárbaros que se me suele disparar la alarma detectora de vaciedades, en muchas ocasiones, seguro que también en esta, sin razón. Cosas del ruido de fondo, ya saben.

Hobbes

(el anterior post también era mío, siento el despiste)

Anónimo dijo...

Lindo este diálogo sobre Oriente-Occidente, decadencia, etc... Aquí, el más descarado decadente, soy yo, que soy idólatra por mi condición de grifo. Uno ha sido tan reproducido en imágenes que padezco esa perversión pagana por las Figuras. Es cosa de grifos. Si seré decadente que estoy en trance de extinción. También leo a diario el blog de Azúa. Podría hacer crítica o magia. Y prefiero lo último porque así me río más. Lógico.
saludos

Grifo

Anónimo dijo...

Un credo de camelleros por fuerza tenía que ser clorofílico, no?

Verde berilo es también Al Jadir, literalmente "El Verde" (el jaldre?), que es el personaje más misterioso y simpático del Islam.

Único bebedor de la Fuente de la Vida y, por tanto, profeta inmortal, el Jadir pasma a caminantes solitarios, asiste de estrangis a eventos señeros (presenció el funeral de Mahomá, no se pierde ni un haj junto con su compi Elías) y circula disfrazado entre las muchedumbres.

En el Corán aparece por todo lo alto en la Sura más mística, la de la Cueva, junto con --guiño en honor de la casa!-- Iskandar Dul Qarnain, o sea O Megaléxandros, de quien la tradición popular quería visir, incluso cocinero, al Verde.

Más currículum: amén de rabdomante, el Verde habla todas las lenguas. Ni que decir tiene que los sufíes lo adoran.

Aprovechad que la gran mayoría de árabes te hablan del Corán como si relatase los sucesos de la semana pasada, y mencionadles al Jadir (lo conocen todos, sobre todo el episodio con Musa (Moisés)). Veréis cómo se les brillan los ojos!

(No parece la versión buenrollito del 'daemonium meridianum' que S. Jerónimo enjaretó a mocosuena en el Salmo IC-5?)

Ma'a salaama, ya ashdiqai!

Anónimo dijo...

En el salmo XCI, quicir.

Al59 dijo...

Mr. Seeyou: Uno se crió con Las mil y una noches, y se siente feliz por ello. Dicho eso, ya sabe que ese oriente de los cuentos es sólo superficialmente muslim: rascando un poco, lo que aparece es persa, hindú, talmúdico o hasta sumerio. Al protagonista de El Manuscrito encontrado en Zaragoza, Alfonso van Worden, lo único que le carga de sus bellas primas es precisamente su insistencia en que se convierta a la Ley del Profeta. Al final, felizmente, desisten...

Al59 dijo...

Jolly: sobre el Verde habla (casi tan bien como usted) Cansinos Asséns en el texto extendido de la entrada (que aparece pulsando el +). Curiosa la conexión iskándrica. En tiempos traduje algunas leyendas neogriegas que tienen mucho que ver con lo que comenta. Ésta va por usted:

Cuando Alejandro Magno dominó todo el mundo, fue también allí donde brota el agua de la inmortalidad, y llenó dos botellitas para lavarse y volverse inmortal. Cuando las llevó a casa, un oficial que le tenía ojeriza les dice a sus hermanas el secreto y les anima a que se laven y beban, y echen otra agua en las botellitas. Ellas inmediatamente cogieron el agua y la bebieron y se lavaron y derramaron el agua del baño en el camino. Allí había una gallina y un gamón y se empaparon del agua de la inmortalidad; y por eso la gallina revive cada año y se vuelve otra vez joven, y el gamón no se seca, aunque se le arranque y se le cuelgue al aire.

Las hermanas de Alejandro Magno tan pronto como bebieron el agua de la inmortalidad y se lavaron con ella, se alzaron por el aire, es decir, se convirtieron en espíritus del aire, y desde entonces son las nereidas. Cada año cogen de los pueblos a ciertas muchachas marcadas, es decir, una coja o una manca, y las convierten en nereidas para que les sirvan, y así tienen las nereidas grandes contingentes. Y se sientan en las cañadas y en los peñascos.

Dichas nereidas, las hermanas de Alejandro Magno, no molestan a nadie, pero las marcadas, sus sirvientas, molestan a los hombres, y los capturan. Cuando alguno pasa a mediodía o a medianoche por el lugar en que se encuentran, lo cogen las nereidas y lo golpean y lo derriban y le hacen mil perrerías. Pero, sin embargo, si grita: «¡El rey Alejandro vive, vive y reina!», entonces de inmediato salen corriendo sus hermanas y lo salvan.

Mel ha desaparecido dijo...

llego tarde, llego tarde, sí, ya están con Alejandro, pero que quede constancia de mi agradecimiento. Maravillosas reproducciones -espectacular odalisca - y espléndidos textos. Una maravilla, gracias