sábado, 4 de febrero de 2006

Para que te acuerdes de Mahoma, toma


Está donde no está (su rostro, una llama). Es el equivalente visual de YHWH, el nombre divino, visible pero impronunciable. Heráclito decía, con mesura, que el Logos quiere y no quiere que lo llamen Zeus: lo quiere (glosamos) porque a nadie sino a él le cuadraría lo que se atribuye a Zeus; pero no lo quiere por el ruido indeseable que esas mismas atribuciones contienen.
Demonizar las imágenes es otro modo de sacralizarlas, que es justo lo que cierto pensamiento piadoso reprocha, razonablemente, a los idólatras. La imagen es copia imperfecta, impresión, dóxa, culpable a la vez de metonimia (presenta una faceta de entre muchas posibles) y metáfora (gato por liebre). Una huella, en vez de un dedo.
Sin embargo, el mismo Platón que resume en el mito de la Caverna la razón profunda de la iconoclastia (rechazo del sucedáneo, del ersatz) indica que a través de lo bello, manifestado de forma imperfecta y provisional, uno puede remontarse hacia la Belleza. Que, de hecho, seguramente no haya otra vía. Vemos facetas, y sólo por acumulación de las mismas podemos construir una imagen matizada, dialéctica, del objeto.
Donde hay ausencia, hay representación. Mahoma (el señor que hacía de tal) no está, así que todo discurso que de él trate parte de una idea, un trampantojo. Poner el tope de la blasfemia en la representación material es olvidar que la imagen mental, inevitable, ya es rea de verosimilitud.
La imagen debe redimirse de su falsía, su carácter incompleto, mediante la magia del arte. Su propia infinitud, que ninguna mirada agota, debe servir para evocar (ejercicio sagrado) la del objeto representado, ausente. La imagen es santa (o sea, sacrílega) cuando puede decir, con Juan Ramón, que los dioses (lo representado) no tuvieron más sustancia (más complejidad, más veracidad) que la que tengo yo. Mahoma no está, pero ojo con su imagen. Quizá todo lo que necesitamos saber sobre su rostro cabe ahí.

5 comentarios:

Joselu dijo...

Post muy oportuno en estos día en que arden embajadas y consulados. La portada del libro es de antología, una joya. Corren tiempos complejos en que unas simples representaciones irónicas han podido levantar semejante polvareda. Todos lo hemos rechazado pero las tesis de Samuel Huntington parecen abrirse camino día a día. Choque de trenes culturales en dirección contraria. Sentimientos de la existencia, de la religión contrapuestos. Y a la vez el mundo se ha hecho muy pequeño para albergar los dos a la vez.

Al59 dijo...

Tanto el amor a las imágenes como la desconfianza hacia ellas forman parte irrenunciable de nuestra tradición. Cualquiera de los dos extremos, exagerado y automatizado, se hace odioso. Así sucede, en el Islam, con la iconoclastia. Creo que esas imágenes del Profeta con el rostro velado o en llamas son el verdadero acierto: demuestran que incluso la irrepresentabilidad, por decirlo así, es representable.
En otro orden de cosas, Dios nos libre de encontrarnos alguna vez donde no hay sitio para el humor y la sátira.

Anónimo dijo...

Ya lo pintó Magritte y conviene recordarlo (o aprenderlo): Ceci n'est pas une pipe.

Me parece brillante, su texto. ¿Me permite recomendarlo?

Un saludo.

Al59 dijo...

Bienhallado, Pesi. Gracias por sus palabras. En cuanto a la recomendación, no se prive: más seamos, más reiremos, que dice un amigo mío :-).

Anónimo dijo...

¡Gracias a usted! :)