viernes, 16 de diciembre de 2005

Rebobinando



—Soy un poeta libre.
—Caramba, le felicito. ¿Y eso?
—Escribo cada poema de modo que sea irrepetible, distinto, dotado de un ritmo único.
—Ya veo: elige usted, de entre todas las posibilidades, la que mejor cuadre.
—Xactamente.
—O sea: si la ocasión le pide un soneto, un ovillejo o una octava real, los usa...
—No. Yo no uso jamás esas formas periclitadas, jurásicas.
—O sea, que son posibilidades que recorta.
—Son caminos muertos.
—Pero sin duda, de querer, sabría usarlas.
—No me he molestado. ¿Para qué?
—De modo que, por inepcia y falta de entrenamiento, toda forma métrica ya practicada queda fuera de las posibilidades que baraja a la hora de componer.
—Yo no he dicho eso... ¿Además, quién quiere dominar técnicas que no sirven para nada?
—¿Y cómo sabe usted que no sirven para nada?
—Es evidente. Son cosas del pasado, antiguallas.
—Ya... Y entonces, toda la poesía compuesta en metros, rimada, etc., carece de todo valor.
—Bueno, puede tener valor arqueológico; y es una referencia: es lo que no quiero hacer, lo que no tendría sentido seguir haciendo.
—Y supongo que eso no será una idea aislada suya.
—En modo alguno. Todos los poetas conscientes, desde principios del siglo pasado, comprendieron que la poesía del futuro no podía someterse a tales formalismos.
—Ya. Así que la originalidad de usted consiste en seguir la corriente vigente en nuestros días, en vez de seguir la corriente vigente un poco antes.
—Hombre, tal como usted lo expone parece que la elección fuera un capricho de la moda. Hay razones profundas...
—Me encantaría conocerlas.
—Básicamente, la poesía no puede someterse a leyes o corsés formales: tiene que ser un fluido libre, donde las palabras se asocien por otros criterios que no sean el del sonsonete o el tachín tachín...
—O sea, más o menos, como siempre ha sido en la prosa.
—Claro.
—Pues entonces no me queda entonces muy claro en qué se diferencia la poesía de usted de la prosa, ni qué tiene en común con la poesía anterior, métrica.
—Hombre, usted es que se ciega interesadamente. Está muy claro: en la poesía la función poética del lenguaje, la de llamar la atención sobre sí mismo, se extrema más que en la prosa.
—Ajá. Es eso. Así que dicha función no se da en la prosa...
—¿Ve como no me escucha? Se da, pero menos.
—Y cualquier texto en que dicha función se ejerza de modo llamativo sería poético...
—Claro.
—...se escriba en rengloncillos cortados o todo seguido.
—Hmm. Sí, claro.
—O sea, que lo de escribirlo en renglones cortados es un resto visual de cuando la pausa rítmica de fin de verso se expresaba con el salto de línea.
—Bueno; no voy a negar que alguna vez sirviera para eso (ya sabe que de la poesía métrica ésa poco se me da ni entiendo). Pero ahora sirve para otra cosa...
—Habíamos quedado en que no era imprescindible. Pero estoy deseoso de aprender: ¿para qué sirve ahora?
—Da una independencia relativa a fragmentos del discurso, y los dispone visualmente de modo significativo.
—Ya... O sea, que la división tiene un valor visual y enfático.
—Xacto.
—Deduzco de eso que al aspecto visual del poema, a su disposición sobre el papel, le da usted mucha importancia.
—Claro.
—En el extremo, entonces, cada disposición del poema (tipos de letra, etc.) sería una obra de arte distinta.
—Bueno: una variación del mismo poema.
—Y al recitarse, el poema perdería una dimensión fundamental.
—Claro.
—Ya... Y oiga, ¿esto de la poesía como la entiende usted, qué tiene en común con lo que se llamaba poesía antes?
—Bueno, aquello ya le digo que es una mera referencia, en gran medida negativa.
—Ya.
—Pero en lo mejor de aquella poesía, sacrificada todavía a corsés y esquemas, se vislumbraban ya las posibilidades realmente poéticas que sólo el siglo XX ha sabido desarrollar.
—Ajá.
—Escalofría pensar lo que grandes poetas como Lorca o Hernández podrían haber hecho si se hubieran atrevido a cortar definitivamente con esas formas caducas...
—¿Vd. cree?
—No me cabe duda.
—O sea, que lo que se llamaba poesía hasta antesdeayer no sólo no era poesía, sino que era un obstáculo para que la poesía de verdad pudiera darse...
—Sí.
—Y ha habido que esperar a los grandes artistas del XX para que empezara a haber poesía de verdad.
—Claro.
—Poesía libre.
—Xacto.
—Libre, porque elige lo que quiere...
—Sí.
—De entre las escasísimas posibilidades que la absoluta impericia de la mayor parte de los versolibristas le ofrece.
—¿Me llama Vd. inepto?
—Libre porque elige lo que está mandado, por la moda y la inercia, elegir...
—¿Está cuestionando mi criterio?
—Y poesía de verdad porque se aparta de lo que siempre ha sido la poesía (juego del sentido y el ritmo) para ofrecer prosa recortada en renglones y colocada de forma llamativa sobre el folio...
—Basta. Está claro que no ha entendido nada.
—Pero libre sobre todo porque cada poema es distinto y único...
—Hombre, me alegro que al menos eso lo vea.
—...y por eso casi todos los poemas en verso libre se parecen tantísimo y suenan igual, con la conocida tendencia de fondo al octosílabo y las pausas gramaticales exageradas.
—Está claro que no tiene Vd. oído.
—Si Vd. lo dice.
—Y además es un retrógrado.
—Lo sospechaba.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé nada de rimas asonantes o consonantes, y mucho menos de las libertades o esclavitudes del verso, pero su diálogo me ha gustado: una curiosa reflexión sobre la libertad y la norma.

Anónimo dijo...

Estupendo. Yo tengo una postura intermedia. Benditas las reglas de la métrica porque nos libran de nosotros mismos. En la reglas se encuentra el hallazgo, porque no es que el poeta se someta al soneto, es el soneto el que se adapta al poeta. Pero, de otro modo, hay cosas que se han dicho y que se dirían difícilmente con la sujeción estricta a las antiguas reglas. Los metros cortos y la rima me parecen una forma imposible de encauzar un torrente poético. No olvidemos que la literatura moderna ha descubierto el flujo de conciencia. Es una cuestión de gusto. Evidentemente, desconfio de todo lo prosaico y de toda la chachara confesional. La mayoría de lo que se escribe no es poesía y cuando lo es resulta de una puerilidad o de un narcisismo estomagante. La potencia imaginista es un milagro y la relajación métrica ha producido la pérdida de la música poética. El resultado es un tipo de texto que pretende lo poético sólo por una declarada sentimentalidad, como si el mero hecho de afectar la voz y ponerse muy serio diese al texto calidad de poema.

Es un tema sensible para mí. Envidio a los filólogos, yo quise estudiar filología clásica, pero avatares y cobardías me llevaron a la economía. Los estudios clásicos (me parece) enseñan una ciencia del verso y del ritmo que se echa de menos cuando uno se enfrenta al arte de la poesía con el bagaje pobre del propio oido. Hay que desconfiar de la música natural, a menudo es un rapto deplorable que debería ser abortado en cuanto nace. Las reglas de la métrica son fundamentales, aunque en muchas de ellas hay un retintín añejo insoportable. La cosa está, quizás, en la recuperación de los ritmos predilectos, en el corsé musical interior, invisible, vigorizador del ritmo. Esa música pautada lleva a la rima y acaba llevando al sentido.
Bueno,un saludo. Si has publicado poesía y es venal sería un placer leerla.

Al59 dijo...

Bueno, las traducciones metamórficas de Dylan dan una idea de por dónde me gusta tirar. Seguramente vaya acercando otros versos, según esto avance.
Dice en algún sitio García Calvo, a propósito del chunda chunda, que hiporritmia es hiperritmia —y es verdad. Cuanto más ducho es uno en distintos ritmos, menos monótono y previsible tiende a ser su discurso, mientras que el que aporrea un tambor sin mucho discernimiento o no logra marcar patrón alguno o termina redescubriendo el tachín más tachunero.
Para ser justos, hay que decir que la poesía de referencia de los últimos años se ha alejado bastante del marasmo musical al que condujo la facción estridente de las vanguardias. Aun así, si se compara la métrica de la poesía actual con la de Darío, la pérdida de matices y posibilidades musicales es innegable. Del octosílabo, el endecasílabo y el alejandrino, del soneto y la silva en verso blanco, apenas se sale, si no es en concepto de excursión momentánea. Tenemos mucho que aprender y más que explorar. Veremos qué tal se da la cosa.
(Por otro lado, no sé si la economía precisa poesía; pero la poesía bien practicada es, ante todo, economía de medios.)

Anónimo dijo...

No sé, no sé, como consuelo sirve, pero entre Homero y la curva de demanda no hay color, se pongan como se pongan los keynesianos. Sí que hay alguna coincidencia en temas. Encuentro -y tu poesía, lo que de ella he leído, suele caer por esos andurriales- que lo económico, que la mención del dinero, de sus reglas, ayuda en los poemas. Es un lugar de fricción y de melancolía. Incluso las palabras, el placer inmenso de utilizar IRPF en un poema, siquiera como forma de venganza. Hay poetas que han tratado temas económicos, incluso se podría hacer un pequeño manual de economía a partir de algunos versos.

Oye, tú que eres un devoto a lo mejor lo conoces, ¿hay algún libro de García Calvo sobre automoviles, sobre la conducción?

Al59 dijo...

GC y el automóvil: sin duda. Es una de sus fobias favoritas. En cualquiera de sus libros 'azules' (los que recopilan artículos periodísticos sobre cuestiones de actualidad) abundan las diatribas contra el auto. Hay, incluso, un libro monográfico de varios autores, que no he leído: Contra el automóvil: sobre la libertad de circular(1996), por Colin Ward, Agustín García Calvo y Antonio Estevan.

La economía de medios en poesía la entiendo como la ley de menos es más: intensidad, en definitiva. Una explotación laboral de las palabras, condenadas (y tan felices) al pluriempleo y la maximización del rendimiento.

Sobre lo otro, lo de la economía del dinero reflejada en la poesía, sí que tiene escritas páginas memorables don Agustín, a propósito del De Rerum Natura de Lucrecio, si no mal recuerdo. Si te interesa, haré por localizarlas.

Anónimo dijo...

Gracias por los datos. No recordaba ese libro aunque sabía de su existencia. Haré lo posible por leerlo porque de García Calvo sólo he leído un prólogo a Unamuno y textos sueltos. Vergonzoso,sí.

Es que yo odio los automóviles, así que le robaré las razones y así no me sentiré tan solo cuando me pregunten eso de "¿no conduces?¿Que raaaaro no?", con cara de haber visto un marciano.

En cuanto a los textos de los que hablas, estaría muy bien leerlos, pero próximamente no voy a tener acceso a Internet, así que no sé, mejor más adelante. Ya iré leyendo al patilludo filósofo y te iré contando. Ya sé el lugar.

Un saludo y sigue así.

Anónimo dijo...

woou! Que erudicción la de Al59 y la de mr Kite! Y lo digo sin ironía alguna, cinceramente. Sois impecables en vuestra forma de escribir. Calculo que habré leido una milésima parte de lo que habeis leído vosotros. Sin embargo aprecio un tono inexplicablemente tendencioso en vuestros discursos. O mejor, explicable solo por el hecho de que "nunca sabremos lo suficiente" y de que somos mayormente el reflejo del subtrato cultural al que pertenecemos.
Parece deducirse de vuestras posturas que el aceptar el verso libre es despreciar las reglas tradicionales y viceversa. Pero en realidad no tienen por que ser excluyentes el uno del otro. existen obras de arte insuperables en ambas corrientes. Benditas sean todas! Si Platero y Yo es poesia o prosa, ¿Que más dá? ¿Y vamos a despreciar a Pablo Neruda, Walt Whitman o Cernuda, entre muchos otros? Es la métrica y los ritmos reglados la poesía misma, o puede la poesía ser algo más? Un "cantao" puede ser un genio del flamenco y desentonar en una opera rock. Un genio del rock o del pop, puede ser un ignorante en cuanto a flamenco se refiere -Bob Dylan, Lou Reed, Pink Floyd...
Los caminos de la poesía son también inexcrutables. ¿Por Qué poner puertas al campo?

Al59 dijo...

Gracias por tu visita, anónimo. El diálogo es extremoso, pero también humorístico. Hay que tomarlo cum mica salis. No tengo ningún problema con la prosa poética, el poema en prosa, el verso acentual y otras formas poéticas, tanto las que son 'poéticas' en el sentido de líricas (buscan emocionar y trasmitir sensaciones) como las que lo son gracias al baile entre el ritmo y el sentido (poniéndonos estrictos, yo reservaría para éstas el adjetivo de poéticas, en el sentido de compuestas en verso, aunque no sean líricas: las hay narrativas, por ejemplo). El verso libre confieso que no sé lo que es, ni creo haber tropezado con nadie capaz de definirlo de forma seria. En Juan Ramón Jiménez o Cernuda, por ejemplo, lo que pasa por tal es más bien una silva de versos impares, con predominio de heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos (impares, en cuanto suma de 7 + 7). En cualquier caso, cualquier forma es buena si funciona en un texto concreto, con independencia de las categorías que le puedan caer a posteriori, al analizarlo desde fuera. Yo me sentí infinitamente más libre cuando aprendí a componer en metros variados, asumiendo las formas como retos y no como normas o corsés (puertas, en fin, que se dejaban abrir si uno sabía descifrar su cerrojo), pero entiendo que cada cual tendrá su propia experiencia en este sentido. No hay campo en que sobren flores. Bienvenido.

Anónimo dijo...

Muy bueno este texto.

Alfredo J Ramos dijo...

Efectivamente, una ejemplar (por modélica) reflexión sobre un tema que sigue y seguirá vigente. Me llega a través del rescate que hace un amigo (AdelC) y le añado este comentario (sólo un posit marcando el texto) para que rule de nuevo. Esta claro que los báules de estos «campos de fresa» son reality forever!