sábado, 24 de diciembre de 2005

Book of Saturdays



Estuve atento ese día. Nadie nos explicó que el sábado, inicio del fin de semana, era en realidad el fin de la misma, el momento en que YHWH, hastiado de sus ocurrencias, se vuelve saturnal deus otiosus. Un libro de sábados es un abanico de ocasos, finales disfrazados de penúltimas copas, sangre que va quedándose fría.

Un día todo lo que nos hacía olvidarnos de qué día era desaparecería, y el tiempo residual que supuestamente nos quedara para enjugar la pérdida sería ya una prolongación del trabajo, igualmente pautada y predecible. Ocio de unos, negocio de otros. And you make all your animal deals.

No faltan sectas que sostengan que el mundo se ha acabado y vivimos una prórroga. Ése (éste) también es un mundo sábado, epígono, un falso final de camino, con su post-rock, su postmodernismo, su segunda tra(ns)ición hacia lo mismo de siempre. Lo malo del mundo no es que acabe, sino que, agotado, persista. Lo malo del mundo es el mundo, esa tentación de hacerse una idea suficientemente aproximada de cómo funciona todo y qué parte nos toca en ello. Aceptar esa baraja de manos marcadas —saber que nunca podremos apearnos del tren inmóvil.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un pequeño comentario a destiempo respecto al sábado.

Saturno, el dios del Saturday, es también el dios de la cosecha, así que vuelve a tener poder sobre los finales, que como bien dices también son los principios. En último término, Saturno es Crono, el dios del tiempo, segador implacable que devora a sus hijos (¿nosotros?)

Los romanos celebraban las Saturnales, las fiestas de Saturno en la segunda quincena de diciembre. En estas fiestas estaba permitido comer más de lo corriente, se diluían las distinciones entre amos y esclavos y la gente se hacía regalos. Son las fiestas del final.

Mientras tanto, los judíos descansaban el sábado cada siete días, y ponían las tierras en barbecho (un final para un nuevo principio) cada siete años, en el año sabático. El año sabático implicaba la liberación de los esclavos, volver a empezar. En el jubileo, el año sabático de siete años sabáticos, se perdonaban todas las deudas y las tierras volvían a sus dueños anteriores. Muerte y final para comenzar otra vez. Fin del ciclo. Curiosamente, los regalos de las saturnales también servían para saldar deudas.

Al59 dijo...

Entrada más querida por inesperada. Gracias, Antonio. Quizá a la luz de lo que indicas se entienda mejor la réplica de Cristo, sobre lo de perdonar no siete veces, sino setenta veces siete, que (al menos a los de letras, nos) parece clara invitación a perder la cuenta, al estilo de aquel otro: «que de tantos amores que tienes confundes / el nombre de todos los días de cada semana».

Curioso lo de las deudas. «You gotta get an album out, / you owe it to the people, / we're so happy we can hardly count» (estoy también es perder la cuenta, pero de qué otra manera). Lo esencial es que el hombre feliz las perdona todas, incluso las que Fortuna o la Providencia le tenía pendientes: «¡Oh toque delicado / que a vida eterna sabe/ y toda deuda paga!». Así sea, amigo.